3 de octubre | Devocional: Nuestra Elevada Vocación | Celo y valor juveniles
Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, mancebos, porque sois fuertes, y la palabra de Dios mora en vosotros, y habéis vencido al maligno. 1 Juan 2:14.
La obra de Dios necesita ardor, celo y valor juveniles. El vigor mental y físico es esencial para el adelantamiento de la causa de Dios. Para planear con una mente clara y ejecutar con mano vigorosa, se necesitan energías renovadas y pujantes. Dios pide el ardor juvenil para que su obra pueda ser promovida en todos sus aspectos. Se invita a los jóvenes y a las señoritas para que le den la fuerza de su juventud, para que mediante el ejercicio de las facultades que Dios les ha dado, mediante el pensamiento saludable y la acción vigorosa, puedan dar gloria a Dios y salvación a los hombres. Jóvenes, Dios os llama a que obtengáis el máximo de las facultades que os han sido confiadas. Cultivad el hábito de hacer lo mejor posible en todo lo que emprendáis. Dios es vuestro Maestro, y vosotros sois sus siervos….
Siempre debéis aprender en la escuela de Cristo; debéis poner en vuestra obra vuestro capital de energías físicas y mentales. … El esfuerzo mental será más fácil y más satisfactorio a medida que os dediquéis a la tarea de comprender las profundas cosas de Dios….
Podéis reunir las mejores facultades de la mente, y comprendiendo vuestra responsabilidad delante de Dios, podéis rendir lo mejor que hay en vosotros, y no dejaréis de avanzar y de vencer las dificultades. No os dediquéis a una ociosa tranquilidad sin hacer un esfuerzo especial por realizar vuestra obra. Elegid una parte en la gran viña del Maestro, y realizad una obra que requiera el ejercicio del tacto y de los talentos.—The Review and Herald, 20 de mayo de 1890.
Invito a los jóvenes discípulos de Cristo a levantarse, a no seguir consintiendo en la búsqueda de los placeres, en el amor de sí mismos y en el ocio; los insto a no estar más dominados por las inclinaciones y las concupiscencias del corazón carnal. … Mi oración a Dios es que el poder transformador del Espíritu Santo pueda descender sobre nuestra juventud, para que lleguen a ser agentes que obren para ganar veintenas de otros jóvenes para Jesucristo, para que puedan estar entre los que serán considerados sabios, y que “resplandecerán como el resplandor del firmamento”, y “como las estrellas a perpetua eternidad”. Daniel 12:3.—The Youth’s Instructor, 29 de junio de 1893.
DEVOCIONAL: NUESTRA ELEVADA VOCACIÓN
Elena G. de White
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