28 de abril | Devocional: Hijos e Hijas de Dios | Redención por su gracia
«Con la muerte de su Hijo, y en virtud de la riqueza de su bondad, Dios nos libera y nos perdona los pecados. ¡Qué derroche de gracia sobre nosotros, al llenarnos de sabiduría e inteligencia y darnos a conocer sus designios más secretos! Los designios que benévolamente había decidido realizar por medio de Cristo». Efesios 1: 7-9, LPH
EL SEÑOR JESÚS vino para fortalecer a cada sincero buscador de la verdad; vino para revelar al Padre. No permitió que nada ni nadie pudiera, ni por un momento, hacer que se olvidara de la gran obra de restaurar la imagen moral de Dios en los seres humanos. Y nosotros hemos de saber que lo más grande e importante que hemos de hacer es recibir la semejanza divina, preparar un carácter para la vida eterna. Es preciso apropiamos de las verdades celestiales como lo prioritario en la vida cotidiana. Y debemos llevar con nosotros todos los tesoros del conocimiento que nos preparen para la vida que se mide con la de Dios.
El conocimiento de Dios es tan alto como el cielo, y de tanta amplitud como como la tierra. […] Solamente los que leen las Escrituras como si fuera la voz de Dios hablándoles, son verdaderos discípulos. Tiemblan ante la Palabra de Dios, que para ellos es una realidad viviente. Estudian y buscan un tesoro escondido. Abren el entendimiento y el corazón, y oran suplicando para recibir la gracia del cielo, a fin de poder obtener la idoneidad para la futura vida inmortal.
Cuando el creyente toma en sus manos la antorcha celestial, su luz le hace ver su propia fragilidad, su debilidad, su impotencia, y entonces busca la justificación. Se da cuenta de que en sí mismo no hay nada que lo recomiende a Dios. Ora pues en súplica por el Espíritu Santo, el representante de Cristo, para que sea su guía constante, que lo dirija a toda verdad.— The Youth’s Instructor, 27 de octubre de 1898.
DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
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