8 de mayo 2025 | Devoción Matutina para Damas 2025 | La viuda más afortunada
«Hacía ya ochenta y cuatro años que se había quedado viuda. Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones» (Lucas 2. 37).
Laurene Powell es posiblemente la viuda más rica del mundo. Tras una larga lucha con el cáncer de su esposo y habiendo perdido la batalla, Laurene heredó una cuantiosa cantidad de dinero tras la muerte de Steve Jobs, el famoso creador de la tecnología Apple.
Yoko Ono también recibió lo suficiente para vivir tras la trágica e inesperada muerte de su esposo, John Lennon. Se dice que, en 1980, recibió la cantidad de 386 millones de dólares.
Y así podemos hacer una interminable lista de mujeres que, tras la muerte de su esposo, no quedaron desamparadas (al menos en lo que a la cuestión económica se refiere).
Ana comenzó su vida matrimonial con la ilusión de toda mujer: tener una familia grande (que era lo común entonces), y divisaba un futuro sirviendo a Dios con su esposo. Sin embargo, con apenas siete años de matrimonio, su esposo murió. No es claro si ella tenía ochenta y cuatro años de edad o si hacía ochenta y cuatro años que era viuda cuando recibió su fortuna; lo relevante es que era una viuda de edad avanzada que seguía prestando su servicio y sus dones al Señor. A los cultos de la mañana asistía y los de la tarde no se los perdía. El servicio activo le había retribuido ricas bendiciones.
Aquel día se levantó tan dispuesta como siempre a trabajar para el Señor sin saber que ese sería el gran día. Un niño había sido llevado al templo para ser presentado por sus padres conforme a la ley. Era un niño nacido en una familia pobre, pues su ofrenda constaba de dos tórtolas. Pero el Espíritu Santo estaba listo para darle la fortuna más grande a esta devota viuda. No se trataba de una fortuna en dinero, como las que recibieron Laurene Powell o Yoko Ono, sino de algo más grande. Solo dos personas tuvieron el privilegio de ver y reconocer al instante al Hijo de Dios, y Ana fue una de ellas.
Así como sucedió con Ana, Dios sigue igual de dispuesto a revelar las maravillas de su gracia y amor a todas aquellas mujeres que dediquen por entero su vida al servicio del Señor. Más que oro y plata, la fortuna que habrán de recibir será la presencia constante de Dios y el viaje más esperado a la patria celestial.
Posdata: Feliz por mi fortuna.
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