3 de febrero | Devocional: La maravillosa gracia de Dios | Cristo, el segundo Adán

Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 1 Corintios 15:22.

La caída del hombre llenó todo el cielo de tristeza… El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se conmovió de compasión por la raza caída. Una infinita misericordia conmovió su corazón al evocar las desgracias de un mundo perdido. Pero el amor divino había concebido un plan mediante el cual el hombre podría ser redimido. La quebrantada ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo sólo existía uno que podía satisfacer sus exigencias en lugar del hombre. Puesto que la ley divina es tan sagrada como el mismo Dios, sólo uno igual a Dios podría expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podría salvar al hombre de la maldición de la ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo. Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al Padre y su Hijo. Cristo descendería a la profundidad de la desgracia para rescatar la raza caída…

El plan de la salvación había sido concebido antes de la creación del mundo… Sin embargo, fue una lucha, aun para el mismo Rey del universo, entregar a su Hijo a la muerte por la raza culpable… ¡Oh, el misterio de la redención! ¡El amor de Dios hacia un mundo que no le amaba! … A través de los siglos sin fin, las mentes inmortales, tratando de entender el misterio de ese incomprensible amor, se maravillarán y adorarán a Dios.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 48, 49.

A Cristo se lo llama el segundo Adán. Con toda su pureza y santidad, relacionado con Dios, y amado por él, comenzó allí donde había empezado el primer Adán…

Cristo fue tentado en forma cien veces más cruel que Adán, y en circunstancias mucho peores en todo sentido. El engañador se presentó como un ángel de luz, pero Cristo resistió sus tentaciones. Redimió la vergonzosa caída de Adán y salvó al mundo… Vivió la ley de Dios y la honró en este mundo de transgresiones, revelando al universo celestial, a Satanás y a los perdidos hijos de Adán, que por medio de su gracia la humanidad puede guardar la ley de Dios.—Meditaciones Matinales, 333.

 

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DEVOCIONAL

LA MARAVILLOSA GRACIA DE DIOS

Elena G. de White

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