3 de agosto | Hijos e Hijas de Dios | Elena G. de White | Todos los que miren, vivirán
«Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre un asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguien, si miraba a la serpiente de bronce, seguía con vida». Números 21: 9, RVC
EL SEÑOR JESÚS había protegido a los hijos de Israel de las serpientes venenosas del desierto, pero ellos no conocían este aspecto de su historia. Los ángeles del cielo los habían acompañado, y en la columna de nube de día y de fuego de noche Cristo había sido su protector durante todo el trayecto. Pero se habían convertido en egoístas e ingratos, y para que no pudieran olvidar el gran cuidado que había ejercido sobre ellos, el Señor les dio una amarga lección. Permitió que los mordieran serpientes venenosas, pero en su gran misericordia no dejó que perecieran. Se ordenó a Moisés que levantara una serpiente de bronce en un asta, y que proclamara que los que miraran, seguirían con vida. Y los que lo hicieron conservaron la vida y recuperaron la salud de inmediato. […]
Qué extraño símbolo de una escultura de una serpiente de las que les habían mordido. Aquel símbolo debía ser levantado en el asta, y todos debían mirarlo para sanar. De la misma manera Jesús fue hecho «en semejanza de carne de pecado» (Rom. 8: 3). Vino para cargar con el pecado. […]
El mismo mensaje sanador y vivificador resuena hoy. Señala al Salvador levantado en el madero de la ignominia. Se invita a los que han sido mordidos por «la serpiente antigua, que es el diablo» (Apoc. 20: 2), a que miren y vivan. […] Reconozcamos a Jesús como nuestra única justicia y nuestro sacrificio. Al ser justificados por la fe, la mortal picadura de la serpiente sanará.— Carta 55, 1891.
DEVOCIONAL ADVENTISTA
HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
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