3 de agosto | Devocional: Nuestra Elevada Vocación | Meditación y trabajo diligente
En el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor. Romanos 12:11.
Hay muchos que se encuentran absorbidos por empresas mundanales, y no le conceden al Señor esa devoción que es indispensable para el progreso espiritual. Someten a un esfuerzo máximo el cerebro, los huesos y los músculos, y ponen sobre sí cargas que los conducen a olvidar a Dios. No ejercitan tanto sus facultades espirituales como las físicas, y cada día están en el lado que produce pérdidas, haciéndose cada día más pobres en las riquezas celestiales.
Hay otra clase que recibe pérdidas porque son indolentes y emplean sus facultades para agradarse a sí mismos, en usar sus lenguas y en dejar que sus músculos se atrofien en la inacción. Desperdician sus oportunidades en la inacción y no glorifican a Dios. …
Cada uno de nosotros tiene algo que hacer en este mundo. El Señor viene, y nuestra espera no debe ser un tiempo de ociosa expectación sino de trabajo vigilante. No debemos emplear todo nuestro tiempo en meditación y oración, tampoco debemos empujar y apresurarnos y trabajar como si se requiriera esto de nosotros a fin de obtener el cielo, mientras descuidamos dedicar tiempo al cultivo de la piedad personal. Debe haber una combinación de meditación y de trabajo diligente. Como Dios lo ha expresado en su Palabra, debiéramos ser “en el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor”. Las actividades del mundo no deben desplazar el servicio del Señor. El alma necesita la riqueza de la gracia de Dios, y el cuerpo necesita ejercicio físico, a fin de realizar la obra que debe hacerse para la promulgación del Evangelio de Cristo. …
Los padres debieran enseñar a sus hijos que el Señor quiere que sean obreros diligentes, y no ociosos en su vida. … Cada uno debe desempeñar su parte en la gran obra por la humanidad. … Así no se descuidará la lámpara del alma, si se dedica tiempo a la investigación de las Escrituras y a la oración. La tarea que ha sido designada debe hacerse, y la lámpara del alma debe mantenerse llena y brillando.—Carta 62, 1894, pp. 7-9.
DEVOCIONAL: NUESTRA ELEVADA VOCACIÓN
Elena G. de White
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