4 de marzo | Devocional: Mi vida Hoy | Esteban, el primer martir

Y apedrearon a Esteban, invocando él y diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les imputes este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió. (Hechos 7:59-60)

Esteban, hombre amado por Dios, que laboraba por ganar almas para Cristo, perdió la vida porque dio un triunfal testimonio del Salvador crucificado y resucitado. . . . El odio que los enemigos de la verdad habían mostrado por el Hijo de Dios, lo revelaron en el odio que sentían por sus seguidores. No podían soportar que se hablara de Aquel a quien habían crucificado, y el hecho de que Esteban diera un testimonio tan valiente, los llenó de furor…
Viendo la luz del rostro de Esteban, los hombres que ocupaban puestos de autoridad, tuvieron evidencias de su origen divino. Pero las despreciaron. ¡Ojalá hubieran prestado atención! ¡Ojalá se hubieran arrepentido! Pero no lo hicieron. (MS 11, 1900)
Cuando fue llamado a sufrir por amor de Cristo, Esteban no vaciló. Leyó su destino en la cruel fisonomía de sus perseguidores. Y no vaciló en darles el último mensaje que iba a presentar ante los hombres. Levantó los ojos hacia la altura y dijo: «He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios.» Todo el cielo estaba interesado en este caso. Jesús se había levantado del trono de su Padre, y se inclinaba hacia el mundo, contemplando el rostro de su siervo, e iluminando su semblante con los rayos de su propia gloria; y los hombres quedaron atónitos cuando vieron el rostro de Esteban iluminado como si hubiera sido el de un ángel. La gloria de Dios brilló sobre él, y mientras contemplaba el rostro de su Señor, los enemigos de Cristo lo mataron a pedradas. ¿No sería dable pensar que ésta es una muerte horrible? Sin embargo él no temía la muerte, y empleó su último aliento en una oración pidiendo al Señor que perdonara a sus perseguidores.
Jesús nos ha facilitado el camino en lo posible, y quiere que sigamos sus pisadas; porque si lo hacemos, seremos participantes de Cristo y de su gloria. (RH, 29-04-1890) (70)

DEVOCIONAL MI VIDA HOY
Reflexiones para cada día
Elena G. de White

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