Viernes 23 de septiembre 2022 | Devoción Matutina para Damas 2022

DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2022
SIN MIEDOS NI CADENAS
Vanessa Pizzuta
Lecturas Devocionales para Mujeres 2022

El efecto Dunning-Kruger

«Así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos» (Isa. 55:9, NTV).

El 19 de abril de 1995, McArthur Wheeler asaltó dos bancos en Pittsburgh, Estados Unidos. McArthur, un hombre de 1.70 m y más de 120 kg, robó los bancos a mano armada, a plena luz del día y sin usar máscara para proteger su identidad. Las cámaras de seguridad lo capturaron apuntando a las cajeras. La policía compartió las imágenes con el noticiero local y, en cuestión de minutos, recibió suficiente información para apresar a McArthur.
Cuando la policía golpeó a su puerta, McArthur no podía creer que lo hubieran encontrado. «¡Pero me puse jugo de limón!», dijo a los agentes de policía. McArthur había leído en algún lado que el jugo de limón se usa como tinta invisible; pensó que si se untaba la cara con jugo de limón, se volvería invisible a las cámaras de seguridad. Antes de robar los bancos, verificó su teoría untándose la cara con jugo de limón y tomándose una foto con su Polaroid. Casualmente, la foto salió oscura y McArthur creyó que había encontrado una forma eficaz de robar bancos sin ser reconocido. Fue llevado a prisión, pero su historia inspiró a David Dunning, profesor de psicología de la universidad de Cornell, a investigar lo sucedido.
David realizó una serie de experimentos junto con Justin Kruger. Ambos descubrieron que las personas que menos saben —justamente aquellas más incompetentes— tienden a considerase a sí mismas más inteligentes y preparadas. Es precisamente este sentimiento de superioridad ilusorio el que les impide reconocer su propia ineptitud.
Estoy convencida de que todas tenemos la cara pintada con limón en algún aspecto de nuestra vida, pero especialmente cuando se trata de entender los caminos de Dios. La perspectiva divina es infinitamente más grande y elevada que la nuestra. Dios ve el pasado, el presente y el futuro de un solo vistazo. Su inteligencia y su poder son ilimitados.
A veces, nos sentimos tentadas a sospechar que Dios no sabe lo que está haciendo o que no nos ama. En esos días, pensemos en la historia de McArthur Wheeler y, con humildad, pidámosle a Dios que nos lave la cara.

Señor, tus caminos son infinitamente más altos que los míos. En los días en que me sienta tentada a pensar que yo sé más y a soltarme de tu mano, recuérdame que tengo la cara untada con limón. Límpiame de mi orgullo, Señor. Dame un corazón humilde que reconozca tu sabiduría. Amén.

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SIN MIEDOS NI CADENAS
Vanessa Pizzuta
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