Martes 18 de agosto 2020
Devoción Matutina para Jóvenes
Sara Emma Edmonds
No tengas miedo de los terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día. Salmo 91:5.
Una furiosa batalla se libraba en la Colina Malvern entre las fuerzas del ejército de la Confederación y las de la Unión Estadounidense. Por sobre el rugir de los cañones, Franklin Thompson podía percibir el gemido lastimero de los mutilados, los caídos que no tenían más esperanzas. El hambre roía sus entrañas. Sus compañeros estaban al borde del colapso. Alguien debía ir en busca de alimentos.
-¡Yo iré! -se ofreció Franklin.
Al cesar momentáneamente los disparos, se arrastró hacia una casa de campo que había en la cercanía, un poquito más allá de las filas de la Unión. Estaba abandonada, pero la alacena se hallaba repleta de víveres.
-¡Espera nada más a que los muchachos le metan diente a esta carne! -dijo al echar un buen trozo de res en una frazada.
Luego agregó otras provisiones como harina, té, café, una sartén de hierro y una tetera. Uniendo las cuatro esquinas, hizo un buen bulto, que sujetó con un trozo de soga.
En ese preciso momento, un proyectil de mortero derrumbó una pared de la casa, obligándolo a esconderse en el sótano. Después de unos minutos, escuchó un ruido crujiente que le decía que la casa estaba envuelta en llamas. Subió cautelosamente la escalera del sótano. Luego se arrastró lenta y dolorosamente, pecho en tierra, hasta llegar a su propia trinchera. -¡Cuánta comida!- gritaron los hombres de la trinchera.
-Nos la mandó nuestro Padre celestial, al igual que le mandó maná al pueblo de Israel -observó otro, emocionado.
-Estábamos seguros de que te habían alcanzado -añadió un tercero-. No podía creer lo que veía cuando regresaste a nosotros.
-Ese muchacho arriesgó su vida por conseguirnos alimentos -declaró alguien moviendo la cabeza con asombro-. Nunca hubiese regresado, si Dios no lo hubiera protegido del proyectil que destruyó la casa.
Ese muchacho que Dios protegiera aquella noche no era Franklin Thompson, como todos creían. En realidad, se llamaba Sara Emma Edmonds quien, disfrazada de varón, servía como enfermera de campo, agente secreto y mensajera para la Infantería de Michigan.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2020
PERSIGUE TUS SUEÑOS Más allá de los obstáculos
Dorothy E. Watts
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