Domingo 28 de febrero 2021 Devoción Matutina para Damas 2021

DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2021
PINCELADAS DEL AMOR DIVINO
Erna Alvarado Poblete
Lecturas Devocionales para Mujeres 2021
¿El que se enoja pierde?
«Si se enojan, no pequen; que el enojo no les dure todo el día. No le den oportunidad al diablo». (Efesios 4: 26-27)
SE NOS HA ENSEÑADO que el enojo es una emoción que debemos evitar a toda costa. Algunos aseguran que es un atentado a nuestra salud, pues quien se enoja somete a sus órganos internos a una agresión por la que paga un precio muy alto. Entonces, ¿qué hacer con esta emoción humana básica? ¿Hay que inhibirla a toda costa? ¿Es posible hacerlo? Más aún, ¿siempre es pecado enojarse?
En primera instancia, pensemos que el enojo es una emoción, igual que la alegría o la tristeza. Es una reacción fisiológica y tiene componentes cognitivos que identifican la emoción; es decir, es la respuesta a una experiencia que da sentido a lo que estamos sintiendo. Algunos expertos en psicología de las emociones afirman que el enojo, como todas las demás emociones, tiene una parte funcional y otra disfuncional; es decir, que no siempre ni necesariamente es malo enojarse.
La parte disfuncional del enojo se refleja cuando la energía que lo precede hace que se convierta en rabia, ira y cólera incontenida. En este caso, el enojo no solo daña al que lo siente, sino también a los que reciben dicha energía que desborda violencia y que se traduce en golpes, palabras o gestos ofensivos. Este tipo de enojo es, a todas luces, malo, pecado.
Tal vez te estés preguntando cuál puede ser la parte funcional del enojo. Efesios 4:26 nos insinúa la respuesta: «Si se enojan, no pequen, y procuren que el enojo no les dure todo el día». Creo que de este texto bíblico se desprende que el enojo es válido cuando es necesario para poner límites, si alguien está invadiendo o atropellando nuestra dignidad. La Biblia lo reconoce como una emoción humana básica, y nos da una pista de cómo evitar que se convierta en algo disfuncional: no permitan que el enojo que sienten ahora (por muy justificado que sea) los lleve a cometer pecado; pónganle límites, tanto a su intensidad como a su duración, con la ayuda de Dios.
Los abusos, la violencia, los golpes y las groserías no deben ser permitidos. El enojo «bueno» se traduce en fortaleza, firmeza o disgusto frente a alguien o algo que representa un atentado a nuestro derecho. En este caso, no está contaminado con ira ciega, rabia incontenida o descontrol.
Si no quieres perder a la hora de enojarte, no reacciones frente a tu ego herido; cuida tus palabras, no busques culpables, espera el lugar y el momento apropiados para manifestar tu disgusto, y pide fortaleza a Dios en oración. No busques pleitos; solo busca sanidad para ti y para tu ofensor. Que el Señor te ayude en la gestión de esta emoción humana básica, que todos sentimos.
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