Domingo 11 de diciembre 2022 | Devoción Matutina para Adolescentes 2022
El gas de la risa
«Un corazón alegre es una buena medicina, pero el espíritu quebrantado consume las fuerzas» (Proverbios 17:22, NTV).
Aunque ambos tengan compuestos químicos así como plantas naturales, no es lo mismo un medicamento que una droga. Y dentro de los mismos medicamentos, algunos son básicamente remedios naturales, y se venden libremente porque no se considera que tengan graves efectos secundarios, mientras que otros requieren receta médica, porque hay que ser un poco más cuidadosos en su consumo ante los posibles efectos secundarios que puedan tener. Y, por supuesto, están las drogas, que como todos sabemos son ilegales, por tanto no debemos consumirlas (estoy hablando de la cocaína, la heroína o las metanfetaminas).
Hoy en día estamos más educados que nunca sobre los peligros de consumir ciertos medicamentos, pero no siempre fue así. Antiguamente, los médicos prescribían a veces sustancias perjudiciales para la gente; por ejemplo, tabaco para el enfisema o morfina para el dolor de muelas. De hecho, así es como empezó el gas hilarante.
El doctor Horace Wells, un dentista estadounidense, observó por primera vez las propiedades analgésicas del óxido de nitrógeno, el gas hilarante, cuando un amigo de un circo ambulante le dio un poco. Entonces decidió probarlo en sí mismo mientras su compañero dentista le sacaba una muela. El 11 de diciembre de 1844 es la fecha del primer uso de que se tenga registro de este gas en una operación médica, y la sensación fue extraña. El doctor Wells pensó que era genial poder reír, en lugar de llorar, cuando debería haber sentido dolor. Cuando lo probó en sus pacientes pensó que realmente había hallado algo valioso, así que se ofreció a hacer una demostración a los estudiantes de medicina del Hospital General de Massachusetts, en Boston, en 1845. Por desgracia, el gas no se administró correctamente y el paciente gritó de dolor. El público se mofó de Wells y abandonó la sala de conferencias coreando: «¡Tonterías! ¡Tonterías!».
Avergonzado, el doctor Wells dejó la odontología y se convirtió en vendedor ambulante; vendía de todo, desde canarios hasta cortinas de baño. Y luego comenzó a vender un anestésico llamado cloroformo. Lo utilizó repetidamente en sí mismo para fines de demostración, y se volvió adicto. Finalmente, las sobredosis lo trastornaron tanto que fue internado en la infame prisión de Tombs, en Nueva York, donde se suicidó.
Toda esta historia es lamentable. Wells era médico; debería haber sabido que no debía consumir ese tipo de sustancias indiscriminadamente. La Biblia nos da una buena receta para tener un corazón libre de preocupaciones: confiar en Dios. Un corazón alegre es una buena medicina, pero ser adicto a las drogas (o a la comida o a la música o a la televisión o a la pornografía) destruirá tu corazón y tu alma.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADOLESCENTES 2022
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