9 febrero 2025 | Devoción Matutina para Damas 2025 | Y, sin embargo…
«Los hijos que tenemos son un regalo de Dios» (Salmo 127: 3, TLA).
Ayer hablamos de la influencia positiva que una abuela puede llegar a tener sobre sus nietos; hoy veremos que, a pesar de que eso es verdad, no es recomendable dejar en manos de una abuela la educación de los hijos mientras la madre vive.
Mauricio solía pasar demasiadas horas en casa de sus abuelos mientras sus padres trabajaban. La amorosa abuelita le preparaba únicamente lo que al niño le apetecía y el pequeño podía andar por toda la casa haciendo lo que le viniera en gana. De manera que, cuando Mauricio estaba en casa con sus padres, quería mantener el mismo comportamiento, y ahí comenzaban los problemas y las frustraciones del niño, así como los dolores de cabeza de sus padres. En varias ocasiones, al no poder hacer su voluntad, dijo decididamente a sus progenitores: «¡Me voy a ir a vivir con mis abuelos!,». ¿Te suena familiar?
Nadie duda del amor que los abuelos sienten por sus nietos; pero en ocasiones ese amor puede cegarlos, de manera que no distinguen la diferencia entre educar y consentir. La encomienda de educar a los hijos ha sido puesta intransferiblemente sobre los hombros de sus padres. Elena G. de White, una escritora cristiana reconocida, afirma: «Tengan cuidado de no entregar el dominio de sus hijos a otros. Nadie puede tomar su lugar en esa responsabilidad dada por Dios. Muchos hijos han sido arruinados debido a la interferencia de parientes o amigos en el mando del hogar. Las madres no deben permitir que sus hermanas o sus madres interfieran en la conducción de sus hijos. Aunque la madre haya recibido la mejor educación de su madre, sin embargo, en nueve de cada diez casos, como abuela echará a perder a los nietos al complacerlos y alabarlos con poco juicio» (Conducción del niño, cap. 49, p. 293).
El salmista dice que «los hijos que tenemos son un regalo de Dios». Es decir, que tú fuiste el regalo de Dios para tus padres; y, si tienes hijos, ellos son el regalo de Dios para ti; y cada quien debe hacerse cargo de cuidar su regalo.
A menos que una madre no esté en condiciones ni tenga la capacidad moral, física o psicológica para guiar a sus hijos por el buen camino, nadie más debe ocuparse de esa importante tarea. La buena noticia es que Dios, que te los regaló, puede ayudarte en la educación de tus hijos.
Posdata: Feliz al educar a mis hijos.
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