9 de mayo 2025 | Devoción Matutina para Damas 2025 | El Dios que te ve
«Como Agar había hablado con el Señor, le llamó «el Dios que ve», pues se decía: «Dios me ha visto y todavía estoy viva»» (Génesis 16: 13).
«¡Dios es injusto!», grita una madre desesperada que no consigue el tratamiento para su hijo de doce años que está muriendo de leucemia.
«¡Dios no me oye!», se queja un padre que por veinte años ha pedido que su hijo vuelva a la iglesia.
«¡Dios es mi restaurador!», exclama una joven que a los diecinueve años perdió a sus padres en un accidente.
Y así, cada persona va poniendo a Dios adjetivos y atribuyéndole cualidades o defectos dependiendo de la experiencia personal que le ha tocado vivir con él.
Para Agar, ese día junto a la fuente, cuando sus esperanzas se veían perdidas, cuando su destino era incierto tanto para ella como para el niño que llevaba en su vientre, Dios fue el Dios que la vio, y así lo llamó: «El Dios que ve». Agar había oído del Dios de Sara y de Abraham, había visto los cultos y rituales a ese Dios extraño, conocía sus reglas (que eran muy diferentes a las aprendidas en su país), pero nunca había tenido un encuentro personal con él.
Podríamos comparar la vida de Agar con las de esas personas que conocen los Diez Mandamientos, asisten a la iglesia cada sábado por la mañana, devuelven el diezmo y dan ofrendas, pero no son capaces de dar un nombre a Dios porque nunca han tenido un encuentro personal con él. La monotonía y la costumbre hacen que entren y salgan por la puerta principal de la iglesia sin un verdadero motivo. Hasta que un día llega la prueba y se encuentran con Dios.
Las experiencias fuertes que sacuden el alma sirven para el cristiano como el fuego sirve para el oro. Al atravesar situaciones de dolor o desilusión, los hijos de Dios manifiestan a qué Dios profesan conocer: si a uno bueno o a uno malo, si a uno justo o a uno injusto. Si has tenido tu encuentro personal con Dios, ¿qué impresión te ha dejado? ¿Qué nombre le pondrías?
Querida amiga, la buena noticia para hoy es que, ese mismo Dios que vio a Agar en el pasado, te ve a ti ahora mismo. Comienza tus labores de hoy con la seguridad de que Dios te ve.
Posdata: Feliz porque Dios me ve.
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