9 de junio 2022 | Devoción Matutina para Damas 2022 | Descansa
«Luego dijo Jesús: “Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso”» (Mat. 11:28, NTV).
Cualquier otra adicción viene aparejada con cierta desaprobación y rechazo social.
Si comemos de más, bebemos alcohol, consumimos drogas o llevamos una vida promiscua, nadie nos va a felicitar. Sin embargo, si eres adicta al trabajo, la gente te aplaude y te ve como una persona eficiente y exitosa. Esta adicción está tan normalizada que la aceptamos dentro de nuestras iglesias. En su libro Subversive Sabbath [Sábado subversivo], el pastor A. J. Swoboda comenta que si él decidiese ignorar cualquiera de los otros nueve mandamientos, probablemente perdería su trabajo. Sin embargo, si dejase de descansar, recibiría una promoción. Nuestra cultura valora la adicción al trabajo, aun cuando pone en riesgo nuestra salud física, mental y espiritual, y la de nuestras familias.
Como mujeres, la presión es mayor. El mensaje cultural que recibimos es que debemos ser capaces de hacerlo todo, simultáneamente y sin despeinarnos. La mujer ideal «no solamente debe ser una madre de tiempo completo; también debe tener una carrera, administrar la casa, las relaciones, una vida social, y si hay tiempo de sobra, recrearse. A menos que las mujeres puedan alcanzar el mítico estándar de Martha Stewart […] se sienten fracasadas». Como este es un ideal imposible, nos llenamos de culpa; culpa por todo: por quedarnos en casa, por tener una carrera, por llevar a los niños a la guardería o por no ganar suficiente dinero. Y cuando nos sentimos culpables, ¿qué hacemos? Trabajar más, para expiar el «pecado» de no ser omnipotentes. ¡Es un círculo vicioso!
A las adictas al trabajo nos gusta creer que la culpa la tienen los demás: un jefe exigente, nuestros hijos pequeños que no duermen, o la escuela que insiste en organizar reuniones de padres. La verdad es que, aunque la sociedad ejerza presión, la adicción al trabajo es esencialmente un problema psicológico. «Los adictos al trabajo se sienten inadecuados, más allá de sus logros, y constantemente están poniendo metas más altas e imposibles», escribe Bryan Robinson en Chained to the Desk [Encadenado al escritorio]. Tenemos la capacidad de frenar, pero escogemos no hacerlo, porque afecta a nuestro sentido de identidad. Dios nos llama a rendir nuestras hojas de higuera. Esto expondrá nuestra desnudez emocional, pero también nos dará la oportunidad de recibir las vestiduras de Cristo.
Señor, trabajar de más es un pecado, no una virtud. Lo hago para evitar enfrentar mis inseguridades y para buscar la aprobación de los demás.
¡Sáname! Curo las heridas de mi pasado que generaron esta tendencia.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2022
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