9 de enero | Devocional: Hijos e Hijas de Dios | Hijos y herederos
«En cuanto a ustedes, no han recibido un Espíritu que los convierta en esclavos, de nuevo bajo el régimen del miedo. Han recibido un Espíritu que los convierte en hijos y que nos permite exclamar: “¡Abba!”, es decir, “¡Padre!”.
Y ese mismo Espíritu es el que, uniéndose al nuestro, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que ahora compartimos sus sufrimientos para compartir también su gloria». Romanos 8:15-17, LPH
TODOS LOS QUE HACEN un pacto con Jesucristo se convierten por adop- ción en hijos de Dios. Son purificados por el poder regenerador de la Palabra, y se comisiona a los ángeles para que les sirvan. Son bautizados «en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mat. 28: 19, LPH). Se comprometen a ser miembros activos de su iglesia en la tierra. Deben morir a todas las tendencias y los deseos mundanos; en lugar de ello, han de ejercer, gracias a la santificación del Espíritu, una influencia viviente en favor de Dios, tanto en su comportamiento como en su piedad.
«Herederos de Dios y coherederos con Cristo» (Rom. 8: 17), ¡qué posición tan excelsa y tan digna! ¡Separados y distintos del mundo, protegidos de las asechanzas de Satanás! En sus votos bautismales los profesos seguidores de Dios se han comprometido a mantenerse en oposición contra el mal. El enemigo empleará toda clase de argucias para corromper su mente. Tratará de introducir sus métodos en su servicio al Maestro. Pero habrá seguridad para ellos si escuchan la advertencia: «Confíen en el gran poder del Señor para fortalecerse. Protéjanse contra los engaños del diablo con toda la armadura que les da Dios» (Efe. 6: 10-11, PDT).— Manuscrito 57, 1907.
El ser humano es honrado al ser «miembros de la familia de Dios» (Efe. 2: 19); también al ser aceptado como colaborador en los maravillosos planes que él ha trazado. […] Por su condición, Jesús nuestro Redentor es heredero de Dios, y todos aquellos que son colaboradores con él en la obra de salvar almas, son «coherederos con Cristo» (Rom. 8: 17). […] Ser vencedor equivale a encontrarse en las filas de aquellos que tienen un «cada vez más excelente y eterno peso de gloria» (2 Cor. 4: 17).— Carta 49, 1896.
DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
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