9 de agosto | Mi vida Hoy | Elena G. de White | Jesús vino para servir

Porque el Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, mas para servir. (Mar. 10:45)

Muchos piensan que sería un gran privilegio visitar el escenario de la vida de Cristo en la tierra, andar donde él anduvo, mirar el lago en cuya orilla se deleitaba en enseñar y las colinas y valles en los cuales sus ojos con tanta frecuencia reposaron. Pero no necesitamos ir a Nazaret, Capernaúm y Betania para andar en las pisadas de Jesús. Hallaremos sus huellas al lado del lecho del enfermo, en los tugurios de los pobres, en las atestadas callejuelas de tan gran ciudad, y en todo lugar donde haya corazones humanos que necesiten consuelo. Al hacer como Jesús hizo cuando estaba en la tierra, andaremos en sus pisadas.

Millones y millones de almas humanas a punto de perecer ligadas en cadenas de ignorancia y pecado, no han oído ni siquiera hablar del amor de Cristo por ellas. Si nuestra condición y la suya fuesen invertidas, ¿qué desearíamos que ellas hiciesen por nosotros? Todo esto, en cuanto está a nuestro alcance hacerlo, tenemos la más solemne obligación de hacerlo por ellas. La regla de vida de por la cual cada uno de nosotros habrá de subsistir o caer en el juicio, es: «Todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos.» El Salvador dio su vida preciosa para establecer una iglesia capaz de cuidar de las almas entristecidas y tentadas. Un grupo de creyentes puede ser pobre, sin educación y desconocido; sin embargo, estando en Cristo puede hacer en el hogar, el vecindario y la iglesia, y, aun en regiones lejanas, una obra cuyos resultados serán tan abarcamos como la eternidad.

Debido a que esta obra es descuidada, muchos jóvenes discípulos no pasan nunca más allá del mero alfabeto de la experiencia cristiana. Ayudando a los menesterosos, podrían haber mantenido viva la luz que resplandeció en su corazón cuando Jesús les dijo: «Tus pecados te son perdonados». La inquieta energía que es con tanta frecuencia una fuente de peligro para los jóvenes, podría ser encauzada en conductos por los cuales fluiría en raudales de bendición. Se olvidarían del yo en el trabajo ferviente destinado a hacer bien a otros. (DTG:579-580) (233)

 

DEVOCIONAL ADVENTISTA

MI VIDA HOY

Reflexiones para cada día

Elena G. de White

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