8 de octubre | Hijos e Hijas de Dios | Elena G. de White | Pámpanos
«Yo soy la vid y ustedes las ramas.
El que permanece en mí, y yo en él, producirá mucho fruto, pues separados de mí, ustedes no pueden hacer nada». Juan 15: 5, PDT
NO POSEEMOS NADA NI SOMOS NADA, a menos que recibamos fortaleza y poder de Jesucristo.— The Youth’s Instructor, 21 de junio de 1894-
Mientras el corazón no se entregue incondicionalmente a Dios, el instrumento humano no podrá morar en la verdadera Vid, y no podrá prosperar en ella ni producir abundantes frutos.
El Señor no transigirá en lo más mínimo con el pecado. Si pudiera haberlo hecho, Cristo no habría necesitado venir a sufrir y morir a nuestro mundo.
No es genuina ninguna conversión que no cambie el carácter y la conducta de aquellos que aceptan el evangelio. Este obra por el amor, y purifica el alma.— Carta
31, 1884.
Nuestra profesión de fe no tiene valor, a menos que habitemos en Cristo, porque no podemos ser sarmientos vivos a no ser que las propiedades divinas de la Vid abun- den en nosotros.
Las cualidades de su Maestro aparecerán en el cristiano verdadero, y cuando reflejamos las virtudes de Cristo en nuestras vidas y caracteres, el Padre nos ama como ama a su Hijo. Cuando estas condiciones se cumplan en los que profesan creer la verdad presente, veremos una iglesia próspera, porque sus miembros no vivirán en sí mismos, sino en él, que murió por ellos, y serán sarmientos fructíferos de la Vid viviente.— Signs ofthe Times, 18 de abril de 1892.
La raíz del árbol cumple un doble propósito. Fija la planta a la tierra y al mismo tiempo extrae de ella el alimento necesario. Así sucede con el cristiano. Cuando su unión —la cepa— con Cristo es completa, cuando se alimenta de él, recibe corrientes de fortaleza espiritual. ¿Podrán marchitarse las hojas de semejante planta? ¡Jamás!— The Youth’s Instructor, 24 de marzo de 1898.
DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
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