7 de octubre 2020 | Devoción Matutina para Damas 2020 | Marie Curie

 

UN DÍA A LA VEZ

Lecturas Devocionales para Mujeres 2020

 

«Servid de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno haga, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre» (Efe. 6:7, 8, RVR 95).

 

Por dónde empezar a describir a Marie Curie… Su biografía es ampliamente conocida. Los datos más impresionantes de su vida hablan por sí mismos: fue la primera mujer en impartir cátedra en la Sorbona de París (una de las universidades más prestigiosas del mundo) y la única mujer de ciencia que ha recibido dos premios Nobel en dos disciplinas diferentes. Increíbles logros personales; increíble referente para toda mujer que desea formarse y desarrollarse profesionalmente. Pero mucho menos conocido de ella es este tercer dato que quiero compartir contigo esta mañana: Marie Curie se negó, junto con su esposo, a lucrarse de sus descubrimientos mediante patentes. Ambos eran de la idea de que los conocimientos científicos debían compartirse libremente.

Por supuesto, no es de patentes, ni de propiedad intelectual que quiero hablar hoy, sino del concepto de servir a la humanidad sin esperar lucrarse por ello. En Efesios 6:7 y 8 leemos: «Servid de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno haga, ese recibirá del Señor» (RVR 95). Comentando este pasaje bíblico, dice el Comentario bíblico adventista: «La convicción de estar bajo la dirección de Dios y el saber que el Señor acepta nuestros esfuerzos, se cuentan entre los incentivos más poderosos para vivir una vida de felicidad» (t. 6, p. 1041). Esta es la idea que conecta con la vida de Marie Curie: tal vez nunca fue rica por causa de sus conceptos de liberalidad respecto a los conocimientos científicos, pero con certeza disfrutó del profundo incentivo de sentirse feliz por haber vivido una vida profesional con propósito.

En el ámbito espiritual, cuántas veces nos desanimamos cuando no recibimos lo esperado tras haber hecho algo. No haber recibido el agradecimiento de nadie, o un reconocimiento público, o incluso algún tipo de pago por un servicio hecho a otros, en ocasiones nos descorazona, y lo cierto es que deja al descubierto un problema de fondo: tal vez nuestro servicio no se había basado en la buena voluntad, en hacerlo como si lo hiciéramos para el Señor, sin esperar nada a cambio.

El incentivo es el Señor. Y lo bueno de ese incentivo es que nos lleva a una vida de servicio con propósito, que es un camino a la felicidad.

DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2020



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