7 de agosto | Una religión radiante | Elena G. de White | Lo mejor de la vida

«No hay cosa mejor para el hombre que comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo. He visto que esto también procede de la mano de Dios». Eclesiastés 2: 24

EN EL MOMENTO DE LA CREACIÓN, el trabajo fue establecido como una bendición; suponía desarrollo, energía y felicidad. El cambio que se produjo en la situación de la tierra debido a la maldición del pecado, modificó a la vez las condiciones del trabajo, y aunque ahora va acompañado de aflicciones, cansancio y dolor, sigue siendo una fuente de gozo y de desarrollo. Es también una salvaguardia contra la tentación. La disciplina que requiere el trabajo pone freno a la complacencia, y promueve la laboriosidad, la pureza y la firmeza. Forma parte entonces del gran plan de Dios para que nos recuperemos de la caída. […]

Hemos de poner de manifiesto que, aunque Dios es el Creador y Sustentador de todo, nos ha dotado de un poder que no es totalmente diferente del suyo. Se nos ha concedido cierto dominio sobre la naturaleza. Tal como Dios sacó del caos la tierra con toda su hermosura, nosotros podemos extraer energía y belleza de la confusión. Y aunque todo ha sido mancillado por el pecado, sentimos, sin embargo, cuando terminamos algo, un gozo semejante al de Dios cuando, al contemplar la hermosa tierra, dijo que todo era «bueno en gran manera» (Gén, 1: 31).—La educación, cap. 24, pp. 193-194.

«Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres. Pues ya saben que, en recompensa, el Señor les dará parte en la herencia. Porque ustedes sirven a Cristo, que es su verdadero Señor». Colosenses 3: 23-24, DHH

Mi reflexión personal

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DEVOCIONAL ADVENTISTA

UNA RELIGIÓN RADIANTE

Reflexiones diarias para una vida cristana feliz

Elena G. de White

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