6 de junio | Devocional: Hijos e Hijas de Dios | Las trampas de los pecadores

 

«Hijo mío, si los pecadores intentan engañarte, no lo consientas […] porque sus pies corren hacia el mal, se apresuran a derramar sangre». Proverbios 1: 10-16

 

NO ES PROPIO DE UN SEGUIDOR de Cristo establecer vínculos con los insensatos ni con los incrédulos; porque es muy fácil llegar a ver las cosas como ellos las ven, y perder todo sentido de lo que significa ser un seguidor de Jesús. Guárdense en este aspecto en particular, no sean influenciados y arrastrados por los que se reconoce fácilmente, por sus palabras y por sus actitudes, que no viven en armonía con Dios.— The Youth’s Instructor, 5 de julio de 1894.

Escuchemos la voz de Dios: «Hijo mío, no consientas cuando los malvados intenten seducirte» (Prov. 1: 10, LPH). Los que están imbuidos del Espíritu Santo deben conservar intactas sus facultades de percepción; porque ha llegado el momento en que será probada su integridad y su lealtad a Dios y al prójimo. No cometan la más mínima injusticia a fin de obtener ventaja para ustedes mismos. Hagan a los demás —en los asuntos pequeños y grandes— lo que quisieran que los otros hicieran con ustedes. El Señor dice: «“Ustedes son mis testigos” (Isa. 43: 10) que han de actuar en mi nombre».

Si pudiéramos descorrer el velo, veríamos a los ángeles celestiales contemplando con profundo interés a todo el que es tentado. Si no nos rendimos ante el enemigo hay gozo en el cielo. Cuando percibamos la primera sugerencia para hacer el mal, elevemos una oración al cielo y resistamos firmemente la tentación de ceder en los principios y valores establecidos por la Palabra de Dios.

La primera vez que se presente la tentación, hagámosle frente con tal determinación que nunca más se repita. Apartémonos de todo aquel que se haya aventurado a sugerirnos malas acciones. Reprendamos resueltamente al tentador diciéndole: «Debo separarme de tu influencia; porque sé que no sigues los caminos del Señor».— Review and Herald, 9 de mayo de 1899.

 

DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS

Elena G. de White



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