6 de abril | Devocional: Mi vida Hoy | Abundantes riquezas

Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo… y juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. (Efe. 2:2-7)

Nunca habríamos aprendido el significado de la palabra «gracia» si no hubiéramos caído. Dios ama a los ángeles sin pecado que le sirven y obedecen todas sus órdenes; pero no les concede gracia. Esos seres celestiales no conocen la gracia; nunca la necesitaron porque no pecaron. La gracia es un atributo que Dios destina a los indignos seres humanos. No la buscamos, sino que fue enviada en nuestra búsqueda. Dios se deleita en conceder su gracia a cualquiera que la anhela, no porque seamos dignos, sino precisamente porque somos tan absolutamente indignos. Esta necesidad nuestra es la cualidad que nos garantiza el hecho de que recibiremos tal don.
Pero Dios no emplea su gracia para anular su ley u ocupar el lugar de la misma. «Jehová se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla.» Su ley es verdad…
La gracia de Dios y la ley de su reino están en perfecta armonía; marchan de la mano. Su gracia nos permite acercarnos a él por fe. Al recibirla y dejar que obre en nuestras vidas, damos testimonio de la validez de la ley; la exaltamos y engrandecemos al poner en práctica sus vitales principios…
¿Cómo podemos dar testimonio para gloria de Dios? Prestando pura y absoluta obediencia a la ley divina. Si se lo permitimos, él se manifestará en nosotros y seremos testigos del poder redentor ante el universo celestial y ante el mundo apóstata que está deshaciendo la ley de Dios. (Carta 98b, 1896)
Hay una sola fuerza que puede asemejarnos a Cristo, que puede impartirnos firmeza y constancia. Es la gracia de Dios que desciende sobre nosotros cuando obedecemos la ley divina. (Carta 58, 1909) (104)

DEVOCIONAL MI VIDA HOY
Reflexiones para cada día
Elena G. de White

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