5 de noviembre | Maranata: El Señor viene | Elena G. de White | La gratitud de los redimidos
El Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Mateo 25:40.
Toda acción que hagamos para favorecer al pueblo de Dios será considerada como hecha a él.—The Review and Herald, 20 de septiembre de 1898.
Los redimidos se encontrarán y reconocerán a las personas por ellos conducidas al Salvador. ¡Qué bienaventurada plática sostendrán con esos seres! “Yo era un pecador—dirá uno—, sin Dios y sin esperanza en el mundo; tú te acercaste a mí y me diste a conocer el precioso Salvador como mi única esperanza”… Otros dirán: “Yo era un pagano que vivía en un país pagano también. Y tú dejaste tus amigos y tu cómodo hogar para ir a enseñarme cómo descubrir a Jesús y creer en él como el único Dios verdadero. Yo derribé todos mis ídolos y adoré a Dios, y ahora lo veo cara a cara. Estoy salvado para siempre, y podré contemplar eternamente al que amo”…
Algunos expresarán su gratitud hacia los que alimentaron a los hambrientos y cubrieron al desnudo. “Cuando la desesperación cegó mi alma con incredulidad, el Señor te envió a mí—dirán—, para que hablaras palabras de consuelo. Me trajiste alimento para suplir mis necesidades físicas, y me abriste la Palabra de Dios, haciéndome comprender mis necesidades espirituales. Me trataste como a un hermano. Simpatizaste conmigo en mis pesares y restauraste mi alma magullada y herida, para que pudiera asirme de la mano de Cristo que hacia mí se extendía para salvarme. En medio de mi ignorancia me enseñaste pacientemente que tenía un Padre celestial que velaba por mí. Me leíste las preciosas promesas de la Palabra de Dios. Me inspiraste confianza en el hecho de que Cristo me salvaría. Mi [328] corazón se suavizó y ablandó hasta quebrantarse, al contemplar el sacrificio que Jesús había hecho por mí… Y aquí me tienes, salvado eternamente para vivir siempre en su presencia y alabar al que entregó su vida por mí”.
¡Qué regocijo sentirán esos redimidos al encontrarse y saludar a los que se preocuparon por su salvación! Y los que vivieron no para complacer sus deseos, sino para beneficiar a los infortunados que gozaban de tan pocas bendiciones. ¡Cuánto gozo y satisfacción sentirán palpitar en su corazón!—MMa, 364.
DEVOCIONAL MARANATA: EL SEÑOR VIENE
Elena G. de White
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