5 de junio | Devocional: Hijos e Hijas de Dios | El vínculo perfecto
«Ustedes, los hijos, obedezcan a sus padres como procede que lo hagan los creyentes. El primer mandamiento que lleva consigo una promesa es precisamente este: “Honra a tu padre y a tu madre, a fin de que seas feliz y vivas largos años sobre la tierra”. Y ustedes, los padres, no hagan de sus hijos unos resentidos; edúquenlos, más bien, instruyanlos y corríjanlos como lo haría el Señor». Efesios 6: 1-4, LPH
LA PALABRA DE DIOS DA mucha importancia a la influencia que las amistades ejercen sobre los hombres y las mujeres. ¡Cuánto mayor será tal influencia en la mente y el carácter de los niños y jóvenes! Las personas a quienes traten, los principios que adopten, los hábitos que cultiven, determinarán el grado de utilidad que alcanzarán en esta vida y cuáles serán sus intereses futuros y eternos. […]
Por lo general, los hombres y las mujeres de ideales nobles, de propósitos generosos y nobles aspiraciones, son aquellos en quienes se desarrollaron estas cualidades por las amistades que establecieron en sus primeros años. En todas sus relaciones con Israel, el Señor insistió en cuán importante era velar por las amistades de sus hijos. Todas las disposiciones de la vida civil, religiosa y social contribuían a preservar a los niños del trato con gente de mala conducta y a familiarizarlos, desde su más temprana edad, con los preceptos y principios de la ley de Dios.
La lección objetiva dada a la nación de Israel fue de tal naturaleza que debía impresionar profundamente los corazones. Antes de que el último y terrible castigo cayera sobre los egipcios con la muerte de los primogénitos, Dios ordenó a su pueblo que recogiera a sus niños en sus respectivas casas. El dintel de cada casa tenía que marcarse con sangre, y todos debían resguardarse al amparo seguro de aquella señal. Así también hoy los padres que aman y temen a Dios han de guardar a sus hijos «en amor, que es el vínculo perfecto» (Col. 3: 14), bajo la protección de las influencias sagradas hechas posibles por la sangre redentora de Cristo.— El ministerio de curación, cap. 34, pp. 282-283.
DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
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