5 de julio 2025 | Devoción Matutina para Jóvenes 2025 | Oro negro
«No amontonen riquezas aquí en la tierra […]. Más bien amontonen riquezas en el cielo». Mateo 6: 19-20
¿Qué harías si descubrieras una mina de petróleo en tu patio trasero? ¿Te imaginas la fortuna que harías con ese recurso tan preciado?
El petróleo se formó a partir de la descomposición de organismos vivos que quedaron sepultados después del diluvio. La combinación de microorganismos, altas temperaturas y el transcurso del tiempo dio como resultado la creación del petróleo y el gas natural. Hace un poco más de cien años, los seres humanos aprendimos a extraerlo, refinarlo y utilizarlo para fabricar una amplia gama de productos, desde combustibles hasta goma de mascar, pasando por fertilizantes, pesticidas, medicamentos, plásticos, nailon, asfalto y otras fibras sintéticas. Por eso el petróleo se ha convertido en uno de los bienes más codiciados del mundo. Se le conoce como «oro negro», porque tiene múltiples usos y beneficios para la industria y la economía. Sin embargo, el petróleo también tiene sus inconvenientes y detractores. Es una fuente de contaminación ambiental, de conflictos políticos y sociales, así como de explotación. Puede ser una bendición o una maldición, dependiendo de cómo se utilice.
Con los bienes materiales sucede lo mismo que con el petróleo. No hay nada de malo en tener dinero. Dios es la fuente de las riquezas (ver Deuteronomio 8: 18) y nos las ha dado para que podamos disfrutarlas con gratitud y alegría. Pero debemos tener cuidado de no dejar que ellas se conviertan en nuestro ídolo, en un fin en sí mismo. Es importante recordar que todo lo que poseemos es temporal, perecedero y fugaz. Solo nuestras acciones en servicio a Dios y a los demás perduran y trascienden más allá de nuestras cortas vidas.
Jesús nos aconseja no amontonar riquezas en la tierra, sino en el cielo. Él nos enseñó que nuestro verdadero tesoro es el reino de Dios y su justicia. Por eso nos invita a buscarlo como si fuera un tesoro escondido o una perla de gran valor (Mateo 13: 44-46). Además, nos desafía a ser generosos y solidarios con los que sufren y necesitan. Nos prometió que si hacemos esto, tendríamos un tesoro incorruptible e inagotable en el cielo.
¿Dónde está tu tesoro? ¿En lo terrenal o en lo celestial? Decide hoy dónde quieres invertir tu vida. Pero recuerda que ninguna inversión será más rentable que el reino de los cielos, ni ningún tesoro será más valioso que el corazón donde habita Dios.
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