5 de diciembre 2022 | Devoción Matutina para Adultos 2022 | ¡Sin reservas!

«La sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado». 1 Juan 1:7

CUANDO FRANCES RIDLEY HAVERGAL era una niña, su madre, que yacía en su lecho de muerte, le dijo:
—Querida hija, pídele a Dios que te prepare para todo lo que él está preparando para ti.
Para entonces Francés tenía once años, pero nunca olvidaría esas palabras. Entre la gloria del mundo y la de Dios, usaría sus dones para glorificar el nombre de Dios. Según Kenneth W. Osbeck, Frances era todavía una adolescente cuando experimentó la conversión. De esa ocasión escribiría posteriormente: «En ese momento y en ese lugar entregué mi vida al Salvador, y tanto el cielo como la tierra me parecieron brillar desde entonces». ¿Su versículo favorito? Nuestro texto de hoy: «La sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado». Tenía ese texto pegado a su cama, donde podía leerlo todos los días.
Se dice que Francés era una destacada solista y, también, una excelente pianista, especializada en interpretar a los clásicos, particularmente a Handel, Mendelssohn y Beethoven. Además, hablaba con fluidez, inglés, francés, alemán e italiano. En otras palabras, tenía todas las herramientas para triunfar en el mundo, pero ella prefirió «cantar para Jesús». Y eso fue exactamente lo que hizo durante su corta vida.
En una ocasión fue de visita al hogar de unos amigos, donde pasaría varios días. Ahí se encontró con diez personas; unas, no creyentes; y las otras, cristianos «tibios». Entonces Frances oró: «Dios, por favor dame toda esta gente para Cristo». Dice el relato que eso fue exactamente lo que ocurrió. El gozo que la inundó fue tan grande, que la última noche de su visita no pudo dormir. Durante esas horas reconsagró su vida al Señor y, mientras eso ocurría, comenzó a escribir un verso tras otro: «Que mi vida entera esté/ consagrada a ti, Señor/ que a mis manos pueda guiar/ el impulso de tu amor».
El resultado fue el precioso himno de consagración «Que mi vida entera esté». En el Himnario adventista (ed. 2010), es el número 248. Si ahora mismo puedes, lee cada verso y; mientras lo hagas, dedícale al Señor cada espacio de tu vida, sin que nada quede fuera de la influencia salvadora del divino Redentor.
Pídele a Dios que tome tus manos, para que se muevan «al impulso de su amor». Que tome tus labios, para que solo hablen del bendito Salvador. Que tome tu tiempo, tu mente y tus recursos, «para emplearlos en su honor». Que tome tu voluntad, «y la haga suya nada más». En una palabra, que tome tu vida, «y la haga suya por la eternidad».

Querido Jesús, mi vida ya te pertenece, pero hoy quiero consagrarla de nuevo a ti, sin reservas. ¡Úsala, Señor, de acuerdo a tu voluntad y para tu gloria!

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2022



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