5 de agosto | Hijos e Hijas de Dios | Elena G. de White | Redimidos por su sangre

«Sabiendo que no fuisteis redimidos […] con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo». 1 Pedro 1: 18-19, BA

TODA ALMA ES VALIOSA, porque ha sido comprada con la sangre preciosa de Jesucristo.— Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 587.

Quizá Satanás te susurre: «Eres demasiado pecador para que Cristo te salve». A la vez que reconoces que eres ciertamente pecador e indigno, puedes hacer frente al tentador exclamando: «Por la virtud de la expiación reclamo a Cristo como mi Salvador. No confío en mis propios méritos, sino en la preciosa sangre de Jesús, que me limpia de todo pecado».— Mensajes para los jóvenes, cap. 30, p. 77.

Tenemos libre acceso a la sangre expiatoria de Cristo. Debiéramos considerar esto el privilegio más valioso, la mayor bendición jamás concedida a los pecadores. ¡Y qué poco uso se hace de ese maravilloso regalo! ¡Cuán profunda, cuán amplia y continua es esa corriente! Hay reposo para toda persona sedienta de santidad, hay descanso, ahí está la influencia vivificadora del Espíritu Santo, y además el caminar santa, feliz y pacíficamente en comunión con Cristo. Entonces, ¡sí podemos decir con pleno conocimiento de causa, con Juan: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1: 29, RV60)! Hablen de ello, hermanos; oren al respecto. Que este sea el tema de nuestro canto: ¡He sido lavado, he sido purificado! El creyente reclama este amor, y aferrado a los méritos de Cristo comparece ante el trono de Dios perdonado, justificado y santificado. […] Esos méritos purificadores le prestan fortaleza y vigor a la fe, poder a la oración, y felicidad a la alegre obediencia.— Carta 87, 1894-

DEVOCIONAL ADVENTISTA

HIJOS E HIJAS DE DIOS

Elena G. de White

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