Promesa de ayuda divina, 4 de septiembre
Más cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis
de hablar. Mateo 10:19.
Los siervos de Cristo no deben preparar un discurso especial para presentarlo cuando sean llevados ante las autoridades por
causa de su fe. Su preparación ha de ser hecha día tras día, atesorando en el corazón las preciosas verdades de la Palabra de Dios,
alimentándose de las enseñanzas de Cristo, y fortaleciendo su fe por medio de la oración; entonces, cuando sean llevados ante los
tribunales, el Espíritu Santo les hará recordar precisamente las verdades que alcanzarán los corazones de los que vinieren para oír.
Dios les traerá repentinamente a la memoria el conocimiento que obtuvieron por medio de un diligente escudriñamiento de las
Escrituras, precisamente cuando lo necesiten.—Consejos sobre la Obra de la Escuela Sabática, 44.
Ahora debéis prepararos para el tiempo de prueba. Ahora debéis saber si vuestros pies están afirmados en la Roca eterna. Debéis
tener una experiencia individual, y no depender de otros para vuestra luz. Cuando se os lleve a la prueba, ¿cómo sabréis que no
estaréis solos, sin un amigo terrenal a vuestro lado? ¿Seréis entonces capaces de comprender que Cristo es vuestro apoyo? ¿Seréis
capaces de recordar la promesa: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”? Habrá seres invisibles a
vuestro alrededor dedicados a lograr vuestra destrucción. Satanás y sus agentes procurarán de cualquier manera haceros vacilar de
vuestra firmeza en Dios y su verdad. Pero si tenéis vuestros ojos limpios para percibir su gloria, no necesitáis preocuparos acerca de
cómo testificaréis por su verdad.—The Review and Herald, 26 de abril de 1892.
Jóvenes y señoritas, ¿estáis creciendo hasta la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo, para que cuando venga la crisis
no podáis ser separados de la fuente de vuestra fortaleza? Si queremos permanecer firmes durante el tiempo de prueba, ahora, en [264]
tiempos de paz, debemos obtener una experiencia viva en las cosas de Dios. Ahora debemos aprender a comprender cuál es la
profunda obra del Espíritu de Dios. En todas las cosas Cristo debe ser nuestro todo, el Alfa y la Omega, el primero y el último, el
principio y el fin.—The Review and Herald, 3 de mayo de 1892.

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Devocional

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