31 de julio | Devocional: Una religión radiante | Ángeles protectores

«Dios mismo les dirá a sus ángeles que nos cuiden por todas partes.

Los ángeles nos llevarán en brazos para que no tropecemos con nada». Salmo 91: 11-12, TLA

«DIOS ENVÍA A SU ÁNGEL para que salve del peligro a todos los que lo honran» (Sal. 34:7, TLA). El Señor manda a sus ángeles para salvar a sus escogidos de la calamidad, para protegerlos y que «ni en las sombras de la noche, ni a plena luz del día» les sobre- venga «desgracia alguna» (Sal. 91: 6, TLA). Repetidas veces los ángeles han hablado con diferentes personas como alguien habla con la demás gente, y las han guiado a lugares seguros. Una y otra vez las palabras de aliento de los ángeles han renovado los espíritus abatidos de los fieles, elevando sus pensamientos por encima de lo que sucede en la tierra, y los han guiado a contemplar por la fe las vestiduras blancas, las coronas y las palmas de victoria que los vencedores recibirán cuando rodeen el gran trono blanco. — Los hechos de ¡os apóstoles, cap. 15, p. 116.

¡Ojalá que todos pudiéramos damos cuenta de lo cerca que está el cielo de la tierra! Aun cuando los nacidos en este mundo no se percaten de ello, tienen ángeles de luz por compañeros. Un testigo silencioso-vela sobre cada uno de nosotros, tratando de atraernos a Cristo. Mientras haya esperanza para alguien, es decir, mientras no se haya resistido con contumacia al Espíritu Santo para eterna ruina suya, recibirá la protección de los seres celestiales.— Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 367.

En todas las edades, los ángeles han estado cerca de los fieles seguidores de Jesucristo. La vasta confederación del mal está desplegada contra todos aquellos que quieran vencer. Por eso el Señor desea que miremos aquello que no se ve, las huestes celestiales rodeando a los que aman a Dios, para protegerlos. De qué peligros, visibles e invisibles, hayamos sido salvados por la intervención de los ángeles, no lo sabremos nunca hasta que a la luz de la eternidad nos sean desveladas las divinas providencias. Entonces nos daremos cuenta de que toda la familia celestial estaba interesada en la familia terrenal, y que los mensajeros del trono de Dios acompañaban nuestros pasos día tras día.— El Deseado de todas las gentes, cap. 24, p. 213.

MI RELEXIÓN PERSONAL

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DEVOCIONAL: UNA RELIGIÓN RADIANTE

Reflexiones diarias para una vida cristiana feliz

Elena G. de White

(993)

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