3 de septiembre | Una religión radiante | Elena G. de White | Cantando con alegría en su santuario

«Vengan, cantemos con júbilo al Señor; aclamemos a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante él con acción de gracias; aclamémoslo con cánticos». Salmo 95: 1-2, NVI

PARA EL ALMA HUMILDE Y CREYENTE, la «casa de Dios» en la tierra es la «puerta del cielo» (Gén. 28: 17). El canto de alabanza, la oración, las palabras pronunciadas por los representantes de Cristo, son los medios designados por Dios para preparar un pueblo para la iglesia celestial, para aquel culto más sublime, en el que no podrá entrar nada que corrompa. […]
Dichosos los que tienen un santuario, sea excelso o humilde, en la ciudad o entre las escarpadas cuevas de la montaña, en la humilde choza o en el desierto. Si es lo mejor que pueden obtener para el Maestro, él santificará ese lugar con su presencia. […]
La melodía del canto, emitida de muchos corazones en forma clara y nítida, es uno de los métodos divinos en la misión de salvar almas. Todo el servicio debe ser dirigido con solemnidad y reverencia, como si el Maestro estuviera visiblemente presente en la reunión.— Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 463-466.
Las voces de agradecimiento, alabanza y alegría se oye en el cielo. Las voces de los ángeles en los, cielos se unen con las de los hijos de Dios en la tierra, mientras dan honra, gloria y alabanza a Dios y al Cordero por la gloriosa salvación que nos ha sido ofrecida — Consejos para los maestros, cap. 31, pp. 232-233.
«Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón, y contar todas tus maravillas.
Quiero alegrarme y regocijarme en ti, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo». Salmo 9: 1-2, NVI

DEVOCIONAL ADVENTISTA
UNA RELIGIÓN RADIANTE
Reflexiones diarias para una vida cristiana feliz
Elena G. de White

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