3 de noviembre | Hijos e Hijas de Dios | Elena G. de White | El santuario de Dios y los Enocs modernos
«No puede haber nada en común entre el templo de Dios y los ídolos. Porque nosotros somos templo del Dios viviente […]. Por eso también dice el Señor: “Salgan de en medio de ellos, y apártense; no toquen nada impuro. Entonces yo los recibiré”». 2 Corintios 6:16-17, DHH
ES PRECISO OBEDECER LAS LEYES del reino de Dios, progresando en todo en la medida de lo posible. Hemos de cultivar con inteligencia y dedicación las facultades superiores de nuestro ser, recordando que somos propiedad de Dios, creados y redimidos por él.
Hemos de superamos cada día. Aun en este mundo de dolor y corrupción podemos, mediante el esfuerzo sincero y perseverante, desarrollamos hacia la más alta eficiencia espiritual. «Tanto el que siembra como el que riega son iguales, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios. Según la gracia que Dios me ha dado, yo, como perito arquitecto, puse el fundamento, mientras que otro sigue construyendo encima, pero cada uno debe tener cuidado de cómo sobreedifica» (1 Cor. 3: 8-10, RVC).
Debemos agradar a Dios en espíritu y en palabra, en cada aspecto de la edificación de nuestros caracteres. Y esto es posible, pues Enoc agradó a Dios a pesar de haber vivido en un momento histórico de gran corrupción y depravación. Y hoy en día… sigue habiendo Enocs.
El cuerpo humano, el edificio de Dios, su templo, requiere atención atenta y constante. Podemos exclamar con David: «¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien.» (Sal. 139: 14, NTV). Tenemos que preservar el santuario del Espíritu Santo para que el Señor pueda revelar a todo el mundo que somos templos de Dios. «Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios, el cual sois vosotros, es sagrado» (1 Cor. 3: 17, RV77).
La perfección de carácter que requiere Dios es nuestra cabal preparación para ser morada del Espíritu Santo. El Señor demanda el servicio de todo nuestro cuerpo, mente y espíritu. El desea que todos seamos todo lo que él ha hecho posible que podamos llegar a ser. No basta que usemos correctamente parte de nuestro organismo; todos los órganos han de funcionar en armoniosa acción, o nuestro servicio será deficiente.— Manuscrito 130, 1899, adaptado.
DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
(1457)