3 de diciembre | Ser Semejante a Jesús | Elena G. de White | La gente verdaderamente convertida aspira a la perfección

Sed, pues… perfectos, como vuestro Padre… es perfecto. Mateo 5:48.

Significa mucho ser un cristiano consecuente. Significa caminar prudentemente ante Dios, avanzar hacia el blanco del premio de nuestra soberana vocación en Cristo. Significa llevar mucho fruto para la gloria del Padre, quien dio a su Hijo para que muriera por nosotros. Como hijos e hijas de Dios, los cristianos deben luchar para alcanzar el elevado ideal que se coloca ante ellos en el evangelio. No deben contentarse con nada menos que la perfección…—The Youth’s Instructor, 26 de septiembre de 1901.
Hagamos de la sagrada Palabra de Dios nuestro tema de estudio, aplicando sus santos principios en nuestra vida. Andemos delante de Dios con mansedumbre y humildad, corrigiendo diariamente nuestras faltas… No acaricien ningún sentimiento de altiva supremacía, considerándose mejor que los otros. “El que piensa estar firme, mire que no caiga”. 1 Corintios 10:12. Hallarán descanso y paz al someter su voluntad a la voluntad de Cristo. El amor de Cristo reinará entonces en el corazón, poniendo las motivaciones secretas de la acción bajo el dominio del Salvador. El aceite de la gracia de Cristo suavizará y subyugará el genio precipitado, fácilmente irritable. La comprensión de que los pecados fueron perdonados proporcionará esa paz que desafía toda comprensión. Habrá una seria lucha por vencer todo lo que se opone a la perfección cristiana. Desaparecerán todas las desavenencias. El que otrora criticaba a los que lo rodeaban, verá que existen en su propio carácter faltas mucho mayores.
Hay quienes prestan atención a la verdad y se convencen de que han estado viviendo en oposición a Cristo. Se sienten condenados y se arrepienten de sus transgresiones. Confiando en los méritos de Cristo y poniendo por obra la verdadera fe en él, reciben el perdón del pecado. A medida que cesan de hacer el mal y aprenden a hacer el bien, crecen en la gracia y en el conocimiento de Dios. Ven que tienen que hacer sacrificios para separarse del mundo, y, después de calcular el costo, consideran todo como pérdida con tal de ganar a Cristo. Se han alistado en el ejército de Cristo. Tienen delante una guerra y la emprenden animosa y alegremente, luchando contra sus inclinaciones naturales y sus deseos egoístas, y sometiendo su voluntad a la voluntad de Cristo. Buscan diariamente al Señor para
que les dé gracia para obedecerle, y son fortalecidos y ayudados.
Esta es verdadera conversión. El que ha recibido un nuevo corazón, confía en la ayuda de Cristo con humilde y agradecida dependencia. Revela en su vida el fruto de la justicia. Antes se amaba a sí mismo. Se deleitaba en el placer mundanal.
Ahora su ídolo ha sido destronado y Dios reina supremo.—Mensajes para los Jóvenes, 71, 72.

DEVOCIONAL: SER SEMEJANTE A JESÚS
Elena G. de White

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