3 de diciembre 2020 | Devoción Matutina para Jóvenes | Hans Egede

Efectivamente él nos rescató del peligro mortal y volverá a hacerlo de nuevo. Hemos depositado nuestra confianza en Dios, y él seguirá rescatándonos. 2 Corintios 1:10.

El capitán del barco danés «Hope” temblaba de frío a pesar de llevar puesto un abrigo forrado de pieles. Un viento glacial azotaba las amarras de su barco y le arrojaba cántaros de lluvia en la cara. Por encima del rugido de la tormenta, podía oír el ruido crujiente producido por toneladas de hielo que chocaban entre sí. Cubriéndose los ojos con las manos, pudo ver una sólida pared de hielo que rodeaba su embarcación; la aprisionaba como un tornillo de banco gigantesco. En contados minutos, el barco quedaría hecho añicos.

Luchando contra el viento y la cubierta resbalosa, se dirigió tambaleante hasta la escalera que conducía a la cabina donde se encontraban Hans Egede y su familia orando de rodillas.

-¡Vamos a chocar! ¡Prepárense para morir! -les gritó.

Entonces regresó a su puesto.

Gertrudis y los niños empezaron a sollozar silenciosamente. El niño mayor abrió sus ojos que reflejaban terror, y pudo ver a su padre arrodillado serenamente en oración, con el rostro dirigido hacia el Cielo.

-¡Oh, Dios, sálvanos! -suplicó Hans-. Abriste el paso en el Mar Rojo, y sé que puedes hacerlo en esta pared de hielo. No se ha acortado tu brazo protector, que nos puede salvar. Confiamos en ti ahora; sálvanos, puesto que nos has llamado a esta tierra para hacer tu obra.

De pronto, el muro de hielo se rompió como si una cuña gigantesca lo hubiera partido en dos. El capitán, asombrado, dirigió su barco por el canal hacia el mar abierto.

-¡Ya puede dejar de orar, pastor! -le gritó el capitán desde la cubierta-. Se abrió un pasaje por el muro de hielo. ¡Nos encontramos en mar abierto! ¡Estamos salvados!

-¡Alabado sea el Señor! -dijo Hans-, Dios nos ha librado de una muerte segura.

Luego, Hans, Gertrudis, Pablo y los otros tres niños se abrazaron riendo, llorando, y alabando el nombre de Dios por el milagro.

Más tarde, aquel 3 de julio de 1721, el «Hope” ancló en un puerto seguro. Hans Egede y su familia pisaron tierra firme por primera vez después de dos meses, emocionados por ser los primeros misioneros en Groenlandia.

DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2020



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