29 de septiembre | Devocional: En los lugares celestiales | Podemos triunfar gloriosamente
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16:33.
La tarea de vencer no es una tarea triste. Significa comunicación con el cielo. Podéis ir a Dios en oración; podéis pedir y recibir; podéis creer, apoyando vuestra desvalida alma en Cristo. Esto significa que la humanidad puede obrar la voluntad y los caminos de Dios. La humanidad y la divinidad se combinan para este mismo propósito.—Manuscrito 19, 1909.
Dios envía pruebas para probar a los que permanecerán fieles bajo la tentación… Cada uno tiene ocultos rasgos de carácter que tienen que revelarse a la luz mediante la prueba. Dios permite que los autosuficientes sean penosamente tentados para que puedan comprender su impotencia. Permite que las profundas aguas de aflicción vengan sobre nuestra alma a fin de que podamos conocerle y a Jesucristo a quien ha enviado; a fin de que podamos experimentar un profundo anhelo de corazón de ser limpiados de contaminación y que salgamos de la prueba más puros, más santos, más felices. A menudo entramos en el horno de aflicción con el alma oscurecida por el egoísmo, pero si somos pacientes bajo la prueba decisiva, saldremos reflejando el carácter divino…
“Velad y orad, para que no entréis en tentación”. Marcos 14:38. Poneos en guardia contra la furtiva aproximación del enemigo, contra los viejos hábitos y las inclinaciones naturales, no sea que se afirmen; obligadlas a huir, y velad. Vigilad los pensamientos, vigilad los planes, no sea que lleguen a ser egoístas. Velad por las almas que Cristo ha adquirido con su propia sangre. Velad por las oportunidades de hacerles bien.—Manuscrito 126, 1907.
Una crisis está delante de nosotros. Hacer frente a esas pruebas y tentaciones y cumplir los deberes, requerirá fe perseverante. Pero podemos triunfar gloriosamente. Ningún alma vigilante, suplicante, creyente, será entrampada por el enemigo.—Ibid.
DEVOCIONAL: EN LOS LUGARES CELESTIALES
Elena G. de White
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