29 de noviembre | Hijos e Hijas de Dios | Elena G. de White | Nunca lo alabaremos lo suficiente
«Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca. Alabaré al Señor con toda el alma.
¡Escuchen, gente humilde, y alégrense también! ¡Unanse a mí, y reconozcan su grandeza! ¡Exaltemos a una voz su nombre!». Salmo 34: 1-2, RVC
SERIA BUENO QUE CADA DIA dedicáramos una hora de reflexión y contemplación de la vida de Cristo. Debiéramos analizarla con todo detalle, y dejar que el pensamiento se detenga en cada episodio de la vida de Cristo, especialmente en las escenas finales. Y mientras nos espaciemos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él será más firme, se reavivará nuestro amor por él, y quedaremos más imbuidos de su Espíritu. […]
Si nos apoyamos unos a otros, podemos ser de gran bendición mutua. Si pertenecemos a Cristo, nuestros pensamientos más sencillos se concentrarán en él. Nos deleitaremos en hablar de él; y mientras hablemos unos a otros de su amor, nuestros corazones serán enternecidos por las influencias divinas. Contemplando la belleza de su carácter, seremos «transformados de gloria en gloria en su misma semejanza» (2 Cor. 3: 18).— El Deseado de todas las gentes, cap. 8, p. 66.
Las bendiciones de Dios nos rodean a cada momento; y nos sería provechoso considerar cómo y de dónde nos vienen sus favores cada día. Permitamos que las bendiciones de Dios despierten gratitud en nosotros.
No podemos enumerar los dones de Dios, la constante bondad amorosa de que nos hace objeto, porque son tan abundantes como las refrescantes gotas de la lluvia. Hay nubes de gracia suspendidas, listas para derramarse sobre nosotros.
Si apreciáramos el valioso don de la salvación, seríamos sensibles a la diaria vivificación de la protección y el amor de Jesús; seríamos guiados por los caminos de la paz.— The Youth’s Instructor, 5 de enero de 1887.
DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
(1446)
