27 de abril 2023 | Devoción Matutina para Adultos 2023 | «Los de limpio corazón verán a Dios»
«Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios» (Mateo 5: 8).
En el Salmo 17, una plegaria en la que David pide protección, el rey exclamó: «Señor, oye mi justo ruego; escucha mi clamor; presta oído a mi oración, pues no sale de labios engañosos» (versículo 1, NVI). Pero ¿no se supone que toda oración debería ser el clamor de corazones y labios sinceros? En 1892, Elena G. de White ofreció una de las más hermosas definiciones de lo que es la oración cuando dijo: «Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo» (El camino a Cristo, cap. 11, p. 138). Me parece oportuno compartir aquí lo dicho por Henri Nouwen: «Orar es andar a la plena luz de Dios, y decir sencillamente, sin tapujos: “Soy humano y tú eres Dios”».
Sin embargo, aunque la oración debería ser un ejercicio de sinceridad de principio a fin, Jesús nos advierte: «Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres» (Mateo 6: 5). Aquí vemos el infernal intento de combinar oración e hipocresía. En aquellos tiempos, la palabra griega hypokrités se usaba para identificar a un actor, «a alguien que finge ser diferente de lo que realmente es». Hay momentos en que nuestra oración no refleja el anhelo del alma; en que nos inclinamos ante Dios fingiendo ser lo que no somos para ser escuchados por otros oídos aparte de los de Dios.
Una oración hipócrita está llena de palabras grandilocuentes y altisonantes porque solo procura la aceptación y la admiración de nuestros correligionarios; es la voz de uno que pretende aparecer delante de los hombres con un disfraz de espiritualidad, pero resulta obvio que son palabras vacías las que salen de una boca y un corazón corrompidos.
Jesús nos recuerda que no debemos ser así. Al orar hemos de presentarnos delante de nuestro Padre como lo que realmente somos: amigos de Dios que se reconocen pecadores. Al acudir a Cristo en oración hemos de hacerlo «con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura» (Hebreos 10: 22). Si oramos así, con la sinceridad que conlleva hablar con un amigo, disfrutaremos del cumplimiento de esta promesa: «Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios» (Mateo 5: 8).
Y esos son los que acuden delante del Padre para decirle: «¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio!» (Salmo 51:10).
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