25 de noviembre 2025 | Devoción Matutina para Jóvenes 2025 | El precio de la victoria
«A nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor». Filipenses 3: 8
Jerick McKinnon, apodado «Jet», es un jugador profesional de fútbol americano de los Chiefs de Kansas City. En la edición número 57 del campeonato de la NFL, mejor conocido como el «Super Bowl», este jugador protagonizó una de las jugadas más sorprendentes que he visto.
El marcador estaba empatado, 35-35, y solo quedaba un minuto con cuarenta y ocho segundos de juego cuando «Jet» recibió un pase a pocas yardas de la zona de anotación. Era obvio que anotaría, pero eso no fue lo que pasó. El entrenador sabía que, si anotaban, el equipo contrario tendría casi dos minutos para contraatacar, así que le indicó a Jerrick McKinnon que se lanzara al suelo apenas una yarda antes de la meta. En el próximo turno los Chiefs, con apenas ocho segundos en el reloj, patearon el ovoide y aseguraron la victoria 38-35.
«Jet» McKinnon podría haber pasado el resto de su vida contando a sus hijos y nietos cómo anotó en el Super Bowl. Estoy seguro de que había soñado con ese momento durante toda su vida y sabía que muy probablemente no tendría otra oportunidad como esa. Sin embargo, decidió sacrificar ese logro personal para brindarle a su equipo el escenario perfecto para la victoria. ¡Qué muestra de abnegación y entrega!
Si has alcanzado alguna meta propuesta, seguramente habrás notado que el éxito requiere sacrificio. Perder peso demanda disciplina. Obtener un título académico implica horas de estudio y desvelo. Ahorrar para tu primer carro conlleva renunciar a unas cuantas salidas con tus amigos. ¿Y qué de la vida eterna? Jesús señaló que la meta suprema del cristiano también tiene un precio: «Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame» (Marcos 8: 34).
Al igual que el caso de «Jet», la salvación requiere que dejemos de lado de nuestro ego, cualquier logro personal, cualquier momento pasajero y que fijemos la mirada en lo eterno. Pero cuando ponemos las cosas en la balanza nos daremos cuenta, como Pablo en el versículo de hoy, que todo el mundo vale nada cuando lo comparamos con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús.
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