25 de agosto | Devocional: La fe por la cual vivo | La belleza que perdura

El adorno de las cuales no sea exterior con encrespamiento del cabello, y atavío de oro, ni en compostura de ropas; sino el hombre del corazón que está encubierto, en incorruptible ornato de espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios. 1 Pedro 3:3,4.

“En el vestuario como en todas las demás cosas, es nuestro privilegio honrar a nuestro Creador. El desea que nuestros vestidos no sólo sean pulcros y saludables, sino apropiados y que sienten bien…. Nuestra apariencia debiera caracterizarse en todo sentido por la pulcritud, la modestia y la pureza…. Nuestro vestuario, aunque sencillo y modesto debiera ser de buena calidad, de colores apropiados, y adecuados para la ocupación de cada uno.”—Child Guidance, 413, 420.

“La casta sencillez en el vestir, unida a la modestia de conducta será de gran influencia para rodear a una joven de una atmósfera de reserva sagrada que será para ella un escudo contra miles de peligros.”—La Educación, 242.

“Es correcto amar lo bello y desearlo; pero Dios desea que primero amemos y busquemos las bellezas superiores, que son imperecederas. Ningún adorno exterior puede ser comparado en valor o belleza con aquel ‘espíritu agradable y pacífico,’ el ‘lino finísimo, blanco y limpio’ (Apocalipsis 19:14) que todos los santos de la tierra usarán. Estas ropas los harán hermosos y deseables aquí y en el futuro serán su distintivo de admisión del Rey.”—Los Hechos de los Apóstoles, 376.

“El adornará nuestro carácter con la mansedumbre y serenidad de espíritu que son de gran precio a la vista de Dios.”—The Youth’s  Instructor, 9 de marzo de 1893.

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DEVOCIONAL: LA FE POR LA CUAL VIVO

Elena G. de White

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