24 de mayo | Devocional: Una religión radiante | La gracia al encuentro de la gracia

«“Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”. Así que empezaron a hacer fiesta». Lucas 15: 24, NVI

EN SU INQUIETA JUVENTUD el hijo pródigo consideraba a su padre inflexible y severo. ¡Cuán diferente era su concepto de él ahora! Del mismo modo, los que siguieron a Satanás creen que Dios es duro y exigente. […] Consideran su ley como una restricción a la felicidad de los seres humanos, un yugo abrumador del que procuran liberarse. Pero aquel cuyos ojos han sido abiertos por el amor de Cristo, contemplará a Dios como un ser compasivo. No aparece como un ser tirano e implacable, sino como un padre que anhela abrazar a su hijo arrepentido. El pecador exclamará con el Salmista: «Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen» (Sal. 103:13), […] El Señor conoce el primer esfuerzo del corazón para llegar a él. Nunca se ofrece una oración, incluso balbuceada; nunca se derrama una lágrima, aun en secreto; nunca se acaricia un deseo sincero, por débil que sea, de llegar a Dios; sin que el Espíritu de Dios vaya a su encuentro. Aun antes de que la oración sea pronunciada, o el anhelo del corazón sea dado a conocer, la gracia de Cristo sale al encuentro de la gracia que está obrando en lo más íntimo del ser. […] Levantémonos y acudamos a nuestro Padre. El saldrá a nuestro encuentro para recibimos estando nosotros todavía muy lejos [y podremos decir]: «Me condujo a la sala del banquete, y me cubrió con la bandera de su amor» (Cant. 2: 4, RVC). […]

Y el cielo y la tierra se unirán en el canto de regocijo del Padre: «Porque este, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y es hallado» (Luc. 15: 24).— Palabras de vida del gran Maestro, cap. 16, pp. 160-163, adaptado.

(Antes que clamen, yo responderé; mientras aún estén hablando, yo habré oido». Isaías 65: 24

MI RELEXIÓN PERSONAL

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UNA RELIGIÓN RADIANTE

Reflexiones diarias para una vida cristana feliz

Elena G. de White



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