22 de noviembre | Dios nos cuida | Elena G. de White | La eterna recompensa del trabajo por otros

Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos. Lucas 14:13-14.

Es la recompensa de los obreros de Cristo entrar en su gozo. Ese gozo, que Cristo mismo espera con ansias, se presenta en el pedido que hace a su Padre: “Aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo”. Juan 17:24.
Al ascender después de su resurrección, los ángeles estaban esperando para dar la bienvenida a Jesús. La hueste celestial anhelaba saludar otra vez a su amado Comandante, devuelto a ellos de la casa de la muerte… Pero él les pidió que se apartaran. Su corazón acompañaba al grupo solitario y afligido de discípulos que había dejado en el monte de los Olivos. Todavía está con sus hijos que luchan sobre la tierra, que enfrentan todavía una batalla con el destructor. “Padre—dice—… quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo”.
Los redimidos por Cristo son sus joyas, su tesoro precioso y especial. “Como piedras de diademas serán” (Zacarías 9:16), “las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Efesios 1:18. En ellos “verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho”. Isaías 53:11.
¿Y no se regocijarán también sus obreros cuando vean el fruto de sus labores?..
Maravillosa será la revelación cuando se pueda ver la acción de la santa influencia con sus preciosos resultados. ¡Cuánta será la gratitud de las almas que nos saldrán al encuentro en las cortes celestiales cuando comprendan el interés y la amante simpatía que los ha conducido a la salvación! Toda la alabanza, el honor y la gloria serán dados a Dios y al Cordero por nuestra redención, pero no disminuirá la gloria de Dios el expresar la gratitud a los instrumentos que él empleó en la salvación de las almas que estaban a punto de perecer.
Los redimidos se encontrarán con aquellos cuya atención dirigieron al Salvador ensalzado, y los reconocerán. ¡Qué benditas conversaciones tendrán con esas almas! “Yo era un pecador—se dirá—… y tú viniste a mí, llamaste mi atención al precioso Salvador como mi única esperanza. Y yo creí en él”… ¡Qué gozo habrá cuando estos redimidos se encuentren y saluden a los que se preocuparon por ellos!

*Año bíblico: 1 Corintios 5-7.

DEVOCIONAL DIOS NOS CUIDA
Elena G. de White

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