21 de agosto | Devocional: La fe por la cual vivo | Depositando en el banco del cielo

La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo. Santiago 1:27.

“Un grupo de creyentes puede ser pobre, sin educación y desconocido; sin embargo, estando en Cristo puede hacer en el hogar, el vecindario y la iglesia, y aun en regiones lejanas, una obra cuyos resultados serán tan abarcantes como la eternidad.

“Debido a que esta obra es descuidada, muchos jóvenes discípulos no pasan nunca más allá del mero alfabeto de la experiencia cristiana. Ayudando a los menesterosos, podrían haber mantenido viva la luz que resplandeció en su corazón cuando Jesús les dijo: ‘Tus pecados te son perdonados.’ La inquieta energía que es con tanta frecuencia una fuente de peligro para los jóvenes, podría ser encauzada en conductos por los cuales fluiría en raudales de bendición. Se olvidarían del yo en el trabajo ferviente destinado a hacer bien a otros.”—El Deseado de Todas las Gentes, 580.

“Las horas que con tanta frecuencia se dedican a las diversiones que no refrigeran ni el cuerpo ni el alma, debieran dedicarse a visitar a los pobres, los enfermos y los dolientes, o a ayudar a algún necesitado.”—Joyas de los Testimonios 2:514.

“Cada oportunidad de socorrer a un hermano necesitado o de ayudar a la causa de Dios en la promulgación de la verdad, es una perla que enviáis de antemano al cielo para ser depositada en el banco celestial donde es guardada con toda seguridad.”— Testimonies for the Church 3:249.

“El amor, la cortesía, la abnegación, nunca se pierden…. Por los méritos de la justicia imputada de Cristo se conserva para siempre  la fragancia de tales dichos y hechos.”—Manuscrito 161, 1897.

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DEVOCIONAL: LA FE POR LA CUAL VIVO

Elena G. de White

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