20 de marzo | Devocional: Hijos e Hijas de Dios | Sencillez y naturalidad
«Temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, las mentes de ustedes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo». 2 Corintios 11:3, NBLH
EL QUE PRACTIQUE LA SENCILLEZ en su estilo de vida, controle su apetito y domine sus pasiones, podrá conservar fuertes, activas y vigorosas sus facultades mentales. Tendrá agilidad mental para percibir todo lo que demande pensamiento y acción, sensibilidad para discernir entre lo santo y lo profano, y disposición inmediata para dedicarse a todo aquello que redunde para gloria de Dios y beneficio de la humanidad.— Signs of the Times, 29 de septiembre de 1881.
Los niños debieran ser educados con naturalidad. Hay que enseñarles a conformarse con los deberes sencillos y útiles y las diversiones e incidentes correspondientes a su edad. La niñez es semejante a la hierba de la parábola (Mat. 6: 30-31), y la hierba tiene una belleza única. No se debería forzar en los niños el desarrollo de una madurez prematura, sino que se debería tratar de conservar, tanto tiempo como sea posible, la frescura y la espontaneidad de la niñez. Cuanto menos afectada por lo artificial sea la educación, y más en armonía con la naturaleza esté, más favorable será para el vigor físico y mental, y la fortaleza espiritual.
Los padres, mediante su ejemplo, deberían estimular la formación de hábitos de sencillez, y alejar a sus hijos de la vida artificial para conducirlos a la vida natural.— Conducción del niño, cap. 25, p. 147, adaptado.
El mejor de los maestros que el mundo haya conocido era admirado por su sencillez; pues presentaba la verdad divina de modo que incluso los niños pueden entender lo que dice, y al mismo tiempo atrae la atención de los más cultos y educados personajes de este mundo. Al emplear ilustraciones e imágenes de la vida cotidiana, hacía que la verdad fuera clara para la gente común. Con toda sencillez plantó la simiente de la verdad del evangelio en la mente y el corazón de sus oyentes, y esa semilla brotó y produjo una cosecha para vida eterna.— The Younth’s Instructor, 4 de mayo de 1893.
DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
(1687)