20 de julio 2021 | Devoción Matutina para Adultos 2021 | Lengua conectada al corazón
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).
EN ALGUNOS PAÍSES se dice: “Tiene conectada la lengua con el pie, porque cada vez que habla mete la pata”, de alguien cuyo mal hablar anda sincronizado con su mal proceder.
En el texto de hoy, Pablo dice “ninguna palabra corrompida”, es decir, que nada echado a perder, sin valor o que huela mal, salga de tu boca. La palabra no se origina en la boca. Jesús mismo dijo que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mat. 12:34). La gracia de Cristo cambia todo el ser incluso nuestra manera de hablar.
El pecador tiene una boca cerrada respecto de Dios.
El creyente tiene una boca abierta que alaba, testifica y glorifica a Dios.
Pablo sabía esto por experiencia propia, por haber pasado de andar “respirando amenazas y muerte contra los discípulos” (Hech. 9:1) a abrir su boca, “hablando de él con valentía” (Efe. 6:20, NTV), para publicar la salvación en Cristo (2 Tim. 2:10; 3:15). Pasamos de palabras corrompidas, que enferman y matan, a palabras maduras, que sanan y revitalizan.
A Pedro, por sus palabras, lo identificaron como discípulo y llegó a maldecir para mostrar que no tenía nada que ver con Aquel que iba a ser crucificado (Mat. 26:72-74).
Son muchos los que son influenciados para bien o para mal, como resultado de lo que expresamos. Considerando ese valor, Robert Wong recomienda estos pasos: Piense, observe, escuche y, solo después, hable.
Una mente para pensar, ojos para observar, oídos para escuchar y una boca para hablar. Entonces, y solo entonces, estamos en condiciones de transmitir algo trascendente.
Pensar es meditar, orar y comunicarse con Dios.
Observar es estar atento a los acontecimientos que suceden tanto en el mundo y en nuestro entorno, y su relación con las profecías de la Biblia.
Escuchar es prestar atención a lo que Dios dice a través de su Palabra.
Esto nos permite entender y comprender, y nos habilita para hablar con sentido y significado. Solo entonces estamos en condiciones de hablar, con contenido, conciencia, mente y corazón. El remedio es que el corazón rebose del amor de Cristo. Las palabras tienen poder, ya sea para bien o para mal.
Pablo afirma que hablemos de tal forma que lo que digamos contribuya “a la paz y a la mutua edificación” (Rom. 14:19; 15:2).
Con Cristo nuestro hablar puede curar antes que herir, bendecir en vez de maldecir, construir en lugar de destruir, consolar antes que acusar.
Habla siempre palabras de vida, conecta tu corazón
con el corazón de Dios y tu lengua con tu corazón.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2021
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