20 de enero | Devocional: Hijos e Hijas de Dios | La encarnación de la verdad
«Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está departe de la verdad escucha mi voz». Juan 18:37, NVI
LA CONSCIENCIA QUE JESÚS TENÍA de sí mismo, aun cuando fue descendiendo paso a paso por la senda de la humillación, proporcionaba a sus palabras una fuerza asombrosa. ¡Qué lecciones tan instructivas daba y con qué autoridad reprendía los pecados de los encumbrados y poderosos! Para él, la verdad era la verdad, y nada más, y la verdad nunca sufrió menoscabo en sus manos, porque él era el autor de la verdad. «Para esto —dijo— he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad» (Juan 18: 37).
Cristo era la encamación de la verdad y la santidad. El que había estado en los concilios de Dios, el que había morado en lo más íntimo del santuario del Eterno, hablaba de lo que conocía. Presentaba verdades del carácter más elevado y sublime, y revelaba a las gentes la mente del Ser infinito. Pero aquellos que pretendían estar en posición prominente en lo que al conocimiento y la comprensión de las verdades espirituales se refiere, no pudieron entender su significado; y lo que había sido desarrollado desde la eternidad por el Padre y el Hijo, ellos, en su ignorancia, lo criticaron y lo condenaron.
Cristo crucificado está atrayendo continuamente a las almas hacia él. Por el contrario, Satanás está apartando a la gente de Cristo, a fin de que no camine a la luz de su rostro, ni lo contemple en su bondad y misericordia, en su infinita compasión e insuperable amor. El diablo se introduce presentando los atractivos y los encantos del mundo, para que no se discierna el carácter divino de Cristo. Pero el Señor Jesús vino para que todos los que creyeran en él pudieran ser salvos.— The Youth’s Instructor, 22 de septiembre de 1898.
DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
(1619)