2 de Octubre | Una religión radiante | Elena G. de White | La alegría del nacimiento de un hijo
«Entonces dijo Sara: “Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oiga se reirá conmigo”». Génesis 21:6
Abraham le fue dada la PROMESA, muy apreciada por la gente de aquel entonces, de que tendría numerosa posteridad y grandeza nacional: «Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición» (Gén. 12: 2). Además, el heredero de la fe recibió la promesa que para él era la más preciada de todas: que de su linaje descendería el Redentor del mundo. «Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (vers. 3). […]
Cuando Abraham tenía casi cien años, le fue repetida la promesa de un hijo, y se le aseguró que el futuro heredero sería hijo de Sara. Pero Abraham todavía no había comprendido la promesa. En seguida pensó en Ismael, aferrado a la creencia de que por medio de él se habían de cumplir los misericordiosos propósitos divinos. […] Nuevamente le fue dada la promesa con toda claridad: «Ciertamente Sara, tu mujer, te dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Isaac. Confirmaré mi pacto con él» (Gén. 17: 19). […] El nacimiento de Isaac al traer, después de una espera de toda la vida, el cumplimiento de las mayores y más queridas esperanzas de Abraham y de Sara, llenó de felicidad su campamento. […] Isaac era la delicia y el orgullo de Sara, cuya vida quedó ligada a su hijoPatriarcas y profetas, cap. 13, pp. 104, 126, 129.
«Entonces Sara pensó: “ Dios me ha hecho reír, y todos los que sepan que he tenido un hijo, se reirán conmigo. ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que yo llegaría a darle hijos? Sin embargo, le he dado un hijo a pesar de que él ya está viejo”». Génesis 21: 6-7, DHH
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Mi reflexión personal
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DEVOCIONAL ADVENTISTA
UNA RELIGIÓN RADIANTE
Reflexiones diarias para una vida cristiana feliz
Elena G. de White
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