2 de febrero | Devocional: Ser Semejante a Jesús | Todo perdido por causa de la desobediencia
Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Génesis 3:5.
Cuando Eva vio que “el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría… tomó de su fruto, y comió”. Era de sabor agradable, y a medida que comía le parecía sentir un poder vivificador, y se imaginó que penetraba en un estado superior de existencia. Una vez que hubo pecado, se transformó en tentadora de su esposo, “el cual comió así como ella”. Génesis 3:6.
“Serán abiertos vuestros ojos”, había dicho el enemigo; “y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Génesis 3:5. Fueron abiertos ciertamente sus ojos, pero ¡cuán triste fue esa apertura! Todo lo que ganaron los transgresores fue el conocimiento del mal, la maldición del pecado. En la fruta no había nada venenoso y el pecado no consistía meramente en ceder al apetito. La desconfianza en la bondad de Dios, la falta de fe en su palabra, el rechazamiento de su autoridad, fue lo que convirtió a nuestros primeros padres en transgresores e introdujo en el mundo el conocimiento del mal. Eso fue lo que abrió la puerta a toda clase de mentiras y errores.
El hombre y la mujer perdieron todo porque prefirieron oír al engañador en vez de escuchar a Aquel que es la Verdad, el único que tiene entendimiento. Al mezclar el mal con el bien, su mente se tornó confusa, y se entorpecieron sus facultades mentales y espirituales. Ya no pudieron apreciar el bien que Dios les había otorgado tan generosamente.
Adán y Eva habían escogido el conocimiento del mal, y si alguna vez habían de recobrar la posición perdida, tenían que hacerlo en las condiciones desfavorables que ellos mismos se habían creado. Ya no habían de morar en el Edén, porque éste, en su perfección, no podía enseñarles las lecciones que les eran esenciales desde entonces. Con indescriptible tristeza se despidieron del hermoso lugar, y fueron a morar en la tierra, sobre la cual descansaba la maldición del pecado…
Aunque la tierra estaba marchita por la maldición, la naturaleza debía seguir siendo el libro de texto de la humanidad. Ya no podía representar la bondad solamente, porque el mal estaba presente en todas partes y arruinaba la tierra, el mar y el aire con su contacto contaminador. Donde antes había estado escrito únicamente el carácter de Dios, el conocimiento del bien, ahora también estaba escrito el carácter de Satanás, el conocimiento del mal. La humanidad debía recibir continuamente amonestaciones de la naturaleza, que ahora revelaba el conocimiento del bien y del mal, referentes a los resultados del pecado.—La Educación, 25, 26.
DEVOCIONAL SER SEMEJANTE A JESÚS
Elena G. de White
(1684)