2 de agosto | Una religión radiante | Elena G. de White | El camino de la perdición es ancho, no fácil
«¿Creen que me complace la muerte del malvado?
—oráculo del Señor Dios—, Pues no, prefiero que se aparte de su mala conducta y viva». Ezequiel 18: 23, LPH
SATANÁS PRESENTA EL CAMINO de la santidad como una senda tortuosa, mientras hace que los caminos de los placeres mundanos parezcan un camino de rosas. El tentador adorna el mundo con falsos, pero halagadores y complacientes colores, y así ofrece sus placeres a la juventud — Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 440.
No deduzcamos, sin embargo, que el camino ascendente es difícil, pero el descendente, fácil. A todo lo largo del camino que conduce a la muerte hay penas y dolores, pesares y desengaños; señales de advertencia para que no continuemos por él. El amor de Dios es tal que los inconstantes y los testarudos no puedan destruirse fácilmente. Es verdad que los caminos de Satanás parecen atractivos, pero son todos engañosos; en las sendas del mal hay amargo remordimiento y dolorosa congoja.
Podemos tal vez pensar que resulta placentero seguir el orgullo y la ambición mundanos, pero acaban en remordimiento y aflicción. Los propósitos egoístas pueden ofrecer promesas halagadoras y una esperanza de placeres, pero veremos que esos deleites están envenenados, y que la vida centrada en el yo lleva a la amargura. Ante el camino descendente la entrada puede relucir de flores, pero no faltan los zarzales. La luz de la esperanza que brilla a su entrada se esfuma en las tinieblas de la desesperación, y quien siga esa senda se precipitará en las sombras de una noche interminable — El discurso maestro de Jesucristo, cap. 6, pp. 211-212.
«Esto dice el Señor todopoderoso: “Anda por mis caminos y cumple todos los deberes que te he encomendado. Si lo haces así, quedarás encargado de mi templo. Cuidarás de él y de sus atrios, y yo te daré un puesto entre estos ángeles que están a mi servicio”». Zacarías 3: 1, DHH
DEVOCIONAL ADVENTISTA
UNA RELIGIÓN RADIANTE
Reflexiones diarias para una vida cristana feliz
Elena G. de White
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