17 de septiembre | Una religión radiante | Elena G. de White | Misericordia sin fin

«Muchos sacerdotes y levitas, y jefes de familias y a ancianos, que habían conocido el primer templo, lloraban a voz en cuello al ver cómo se echaban los cimientos del templo, mientras otros gritaban de alegría».
Esdras 3: 12, RVC

LA CONSTRUCCIÓN DEL ALTAR para los holocaustos diarios llenó de entusiasmo a los pocos fieles que quedaban. De todo corazón participaron en los preparativos necesarios para reedificar el templo, y su valor fue aumentando a medida que esos preparativos progresaban un mes tras otro. […] Con gozosa anticipación esperaban el momento en que, estando reedificado el templo, podrían contemplar la gloria que resplandeciera desde su interior. […]
Pronto la obra había progresado al punto en que debía ponerse la piedra fundamental. Esto se hizo en presencia de miles que se habían congregado para observar el progreso de la obra y para expresar su gozo por tener una parte en ella. Mientras se estaba colocando la piedra angular, el pueblo, acompañado por las trompetas de los sacerdotes y los címbalos de los hijos de Asaf, «cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y decían: “Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel”» (Esd. 3: 11).— Profetas y reyes, cap. 45, pp. 375-376.
«Todos vivíamos así en el pasado, siguiendo bs deseos de nuestras pasiones y la inclinación de nuestra naturaleza pecaminosa. Por nuestra propia naturaleza, éramos objeto del enojo de Dios igual que todos los demás. Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es solo por la gracia de Dios que ustedes han sido sábados!)». Efesios 2:3-5, NTV

DEVOCIONAL ADVENTISTA
UNA RELIGIÓN RADIANTE
Reflexiones diarias para una vida cristiana feliz
Elena G. de White

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