17 de octubre 2025 | Devoción Matutina para Damas 2025 | No son ellos, soy yo
«Examínense ustedes mismos, para ver si están firmes en la fe; pónganse a prueba. ¿No se dan cuenta de que Jesucristo está en ustedes? ¡A menos que hayan fracasado en la prueba!» (2 Corintios 13: 5).
Si hoy nos llenáramos de valor y decidiéramos tomar el examen que propone Pablo, ¿en base a qué nos calificaríamos? Si lo hacemos basadas en los que son iguales que nosotras, sin duda que el resultado será engañoso.
Mientras que, si al examinarnos basamos la prueba en el Calvario, el resultado no tendrá margen de error. Nuestro corazón es por naturaleza engañoso, pero en el espejo de la cruz bien podemos ver en qué estamos fallando.
El problema es que, muchas veces, el orgullo pone entre nosotras y la cruz una delgada tela de prejuicios que no nos deja vernos reflejadas con claridad.
Eso hace que, al no ver con claridad hacia el Calvario, nuestra vista se centre en los defectos de los que están a un lado, delante y detrás de nosotras. Por tal motivo, la invitación a examinarnos a nosotras mismas tiene como objetivo que dejemos de centrarnos en los demás.
Con frecuencia queremos que el mundo cambie, que la sociedad cambie, que nuestro país cambie, que nuestra iglesia cambie, que nuestro hogar cambie, pero ¿hemos pensado en cambiar nosotras? Existe una apatía colectiva en las congregaciones que no será erradicada mientras sigamos esperando a que «alguien» dé el primer paso, sino cuando «YO» decida convertirme en ese alguien y dar el primer paso.
Ponerse a prueba como propone Pablo significa un escudriñamiento íntimo de nuestra vida. La palabra «prueba» usada en el texto se aplica para probar si el oro y la plata son auténticos. Si hoy Dios pusiera un examen sorpresa, ¿lo tomarías? ¿Sería el resultado una vida de auténtica relación con el Señor? ¿Seríamos encontradas tan auténticas como los metales preciosos respecto a nuestro cristianismo?
Querida amiga, hoy te invito a doblar las rodillas y hacer el examen ante el sacrificio de Jesús en el Calvario; y, con toda humildad, ver el resultado, para que seamos capaces de permitir que Dios pula nuestro corazón. Es la única manera en que podremos vivir un óptimo cristianismo. Sabremos que Dios nos va perfeccionando cuando seamos capaces de decir: «No son ellos, soy yo».
Posdata: Feliz de hacer cambios yo.
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