16 de enero | Devocional: Hijos e Hijas de Dios | Si pecamos, él nos defiende

«Yo los quiero a ustedes como a hijos.
Por eso les escribo esta carta, para que no pequen.
Pero si alguno peca, Jesucristo es justo y nos defiende ante Dios el Padre». 1 Juan 2:1, TIA

EL SEÑOR JEHOVÁ no consideró completo su plan de salvación mientras solo se encontrara investido de su propio amor. Por indicación suya, puso junto a su altar a un Abogado revestido de nuestra naturaleza. Como nuestro Intercesor, la función de Cristo consiste en presentamos al Padre como sus hijos e hijas.
Cristo se ha comprometido a ser nuestro sustituto y garante, y no rechaza a nadie. Hay un fondo inagotable de obediencia perfecta que surge de su obediencia. Los méritos, abnegación y sacrificio de Cristo se atesoran en el cielo como incienso que se ofrece juntamente con las oraciones de su pueblo. Cuando las sinceras y humildes oraciones de los pecadores ascienden al trono de Dios, Cristo mezcla con ellas los méritos de su propia vida de perfecta obediencia. Nuestras oraciones resultan fragantes gracias a este incienso. Jesús se ha comprometido a interceder en nuestro favor, y el Padre siempre oye al Hijo.
Este es el «misterio de la piedad» (1 Tim 3: 16), que Cristo haya tomado la naturaleza humana, y que por una vida de humillación nos eleve a los seres humanos en la escala del valor moral junto a Dios. Que Cristo pueda llevar la naturaleza que adoptó junto al trono de Dios, y que allí presente a sus hijos ante el Padre, confiriéndoles un honor que excede al que les ha sido otorgado a los ángeles, es la maravilla del universo celestial, el misterio que los ángeles desean contemplar. Este es el amor que quebranta el corazón del pecador.— Manuscrito 21, 1900.
El que no puede ver a los seres humanos expuestos a la destrucción sin derramar su propia vida hasta la muerte para salvarlos de la mina eterna, considerará con piedad y compasión a toda alma que comprenda que no puede salvarse a sí misma.— General Conference Buüetin (1899).

DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White

(1727)

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