16 de diciembre | Maranata: El Señor viene | Elena G. de White | La iglesia triunfante

Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su
imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Apocalipsis 15:2.

La iglesia es ahora militante. Actualmente arrostramos un mundo en tinieblas, casi enteramente entregado a la idolatría. Pero se acerca el día cuando habrá terminado la batalla y la victoria habrá sido ganada. La voluntad de Dios ha de cumplirse en la tierra como en el cielo. Las naciones de los salvados no conocerán otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia dichosa, unida, vestida con las prendas de alabanza y de acción de gracias, con el manto de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, en su incomparable belleza, ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración. El mundo quedará bañado en la luz celestial. La luz de la luna será como la del sol, y la luz del sol siete veces más intensa que ahora. Los años transcurrirán alegremente. Y sobre todo las estrellas de la mañana cantarán juntas, y los hijos de Dios clamarán de gozo, mientras que Dios y Cristo declararán a una voz que “ya no habrá más pecado, ya no habrá más muerte”…
Deteneos en el umbral de la eternidad y oíd la misericordiosa bienvenida dada a los que en esta vida cooperaron con Cristo y* consideraron como un privilegio y un honor sufrir por su causa. Con los ángeles, echan sus coronas a los pies del Redentor, exclamando: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza… Al que está sentado en el trono, y al Cordero sea la alabanza, la honra, la gloria, y el poder, por los siglos de los siglos”. Apocalipsis 5:12, 13.
Allí, los redimidos saludan a quienes los encaminaron hacia el Salvador. Se unen en alabanzas a Aquel que murió para que los humanos gozaran una vida tan duradera como la de Dios. Acabó el conflicto. Concluyeron las tribulaciones y las luchas; los cantos de victoria llenan el cielo, al rodear los rescatados el trono de Dios. Todos entonan el alegre coro: “Digno, digno es el Cordero que fue inmolado”, y que nos rescató para Dios.—El Ministerio de Curación, 404, 405.

DEVOCIONAL MARANATA: EL SEÑOR VIENE
Elena G. de White

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